Cine y Valores

Vivir dos veces

Título original: 
Vivir dos veces
Puntuación: 
8

Average: 8 (1 vote)

Publico recomendado: 
País: 
Año: 
2019
Dirección: 
Fotografía: 
Música: 
Distribuidora: 
Duración: 
110
Contenido formativo: 
Crítica: 

DONDE HABITE EL OLVIDO

Emilio, un brillante matemático ya jubilado, lleva una vida tranquila y metódica desde que enviudó, añorando sus clases en la universidad y dedicado a lo que más le gusta: buena música, buenas lecturas y ejercicios matemáticos. Hasta que un día le diagnostican Alzheimer. Su hija Julia, casada y con una hija de 10 años un tanto pintoresca, quiere que vaya a vivir con ellos para estar atendido, pero el único plan que tiene Emilio es reencontrarse con Margarita, el amor de su juventud, antes de perder totalmente la memoria y que su imagen desaparezca de él para siempre.

La cineasta María Ripoll demostró su dominio de la cámara y su sensibilidad para los valores humanos con la exquisita Rastros de sándalo,que fue galardonada con el premio Personajede CinemaNet. Sin embargo, dos años más tarde, en 2106, rodó la película No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas, cuyo título era casi lo único bueno de un guion del que Ripoll no era en absoluto responsable, todo hay que decirlo. Ahora nos sorprende con una película que rezuma humanidad y buenos sentimientos por los cuatro costados. Es un canto a la vida, también a esa segunda vida que se plantea cuando uno experimenta que lo amado y lo vivido van a ir muriendo lenta pero irremisiblemente en los meandros heridos de su memoria.

El enfermo olvida y hasta, tal vez, pueda perder la capacidad de amar. Pero no es olvidado por quienes lo aman, que siguen estando junto a él para prodigarle el cariño que sigue siendo esencial para él, aunque no recuerde el nombre ni la historia que ha compartido con esa persona, ahora desconocida, que le caldea el alma.

La película es también una exaltación de los valores familiares. Julia, que con sus defectos y sus errores, asume sus responsabilidades, con en ese pequeño pellizco interior de la necesidad de sentirse amada. Blanca, la niña egocéntrica que en el accidentado encuentro personal con su abuelo se descubre a sí misma y aprende a abrirse a los demás. Emilio, arisco, independiente y solitario, pero que se funde en un abrazo filial y deja que su alma corra esponjada tras la ilusión perdida de la juventud.  

En su novena película, María Ripoll nos obsequia con una road movie muy divertida por las rutas de Valencia a Pamplona y conmovedora por los caminos interiores del amor y el olvido. El elenco hace un trabajo muy bueno. Inma Cuesta (Todos lo saben) está magnífica en su papel de mujer demasiado controladora hasta que descubre que los lazos del amor auténtico no atan, sino que liberan. Óscar Martínez (El ciudadano ilustreLas grietas de JaraEl espejo de los otros), en un papel que le es habitual, hombre mayor y gruñón, pero tierno en su pudorosamente velado interior, está realmente extraordinario. Mafalda Carbonell, con sus solo diez años, ya no es una promesa, sino una espléndida realidad. También los secundarios están a la altura.

Una película conmovedora, profunda, divertida, que permite pasar un rato muy agradable y que contagia fe en la humanidad. Uno sale del cine con la sonrisa puesta, pero, además, con mucho que reflexionar sobre las relaciones familiares y amorosas y, lo que es más importante, sobre la dignidad y las necesidades afectivas de los enfermos cuando la mente está dejando caer el telón.  

Para no perdérsela.