Sara se pregunta qué ha hecho mal en la vida para que todo le salga de modo tan desastroso. Ha abierto una tienda de complementos hechos con pluma y no tiene ni un solo cliente. Su novio hace un año que se fue a París y justo ahora que regresa, la casa de Sara se convierte en un caos indescriptible. Allí se instalan: su padre, que está a punto de divorciarse, su hermana que se ha enfadado con sus padres, Aarón, el novio de su hermana, un famoso cantante que resulta ser el amor de instituto de Sara... Cuando llega el novio, lo hace en compañía de un amigo escocés, y la relación de ambos da mucho que pensar a Sara. A partir de ahí, se suceden una serie de episodios bastante desconcertados, sin prácticamente más relación entre ellos que la sucesión en el tiempo.
En cierto modo, Sara es –o pretende ser– la figura del antihéroe: patosa, inoportuna, acomplejada, sin llegar a ser fea, poco atractiva… En conjunto, una mujer patéticamente estúpida. El resto de los personajes de la historia están en función de la protagonista. Ninguno de ellos tiene profundidad, son meras «figuras» planas que no aportan otra cosa que una comicidad grosera y nada inteligente.
Algunos gags están conseguidos y resultan divertidos, pero en conjunto es una comedia insulsa que ni tan siquiera constituye un entretenimiento ligero. Lo más acertado de la película –y casi lo único– es el título, realmente gracioso y sugerente. Aunque tras él, realmente no hay casi nada que valga la pena.