Cine y Valores

La doctora de Brest

Título original: 
La fille de Brest
Género: 
Puntuación: 
8

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Publico recomendado: 
País: 
Año: 
2016
Dirección: 
Fotografía: 
Música: 
Distribuidora: 
Duración: 
128
Crítica: 

La doctora de Brest narra la historia real de la neumóloga Irène Frachon, quien, a partir de 2007, fue relacionando las graves complicaciones cardíacas de algunos pacientes con la toma de «Mediator», un fármaco de la poderosa farmacéutica Servier, que se recetaba a diabéticos y se utilizaba también con personas en tratamiento para perder peso. 

Para probar los efectos nocivos de ese medicamento, que han provocado la muerte de cientos de pacientes, la doctora Frachon va a emprender una lucha colosal frente a un sistema enrocado, en el que los organismos de control sanitario resultan prácticamente inútiles ante la fuerza económica de un poderoso laboratorio, bien respaldado por autoridades académicas. Para poder probar su denuncia, tuvo que afrontar presiones, descalificaciones y humillaciones, pero también encontró a personas que la respaldaron y la ayudaron en su difícil y peligrosa empresa.   

Emmanuelle Bercot trata los sucesos con mucho rigor, aunque, lógicamente, tiene que adaptarlos para una obra cinematográfica interesante y comprensible para el gran público. La confrontación entre la frialdad de la mera búsqueda de beneficios y el interés personal del médico hacia sus pacientes se hace agudamente conmovedora, cuando la doctora Frachon lee la lista de nombres de pacientes afectados –sólo nombres, no apellidos–, porque quienes han sido dañados y tratados injustamente en su dignidad y el cuidado de su salud no son números de expedientes, sino personas concretas, seres humanos afectados por la enfermedad, que merecían la atención del facultativo y la protección del Estado. Para evitar que el espectador pueda perderse en la terminología médica, los efectos nocivos del fármaco –alteraciones cardíacas y muerte se muestran plásticamente en la intervención quirúrgica y en la autopsia de un personaje ya conocido y cercano, que es el paradigma de todos los enfermos perjudicados.

Bercot ofrece un maravilloso retrato de Irène Frachon, una mujer normal, una médico de hospital, con una familia feliz, que, por honradez, amor a la verdad y a la justicia y, sobre todo, por coherencia con su compromiso de velar por la salud de sus pacientes, se convirtió en alguien extraordinario, capaz de vencer en una difícil y peligrosa lucha, tan sólo con la fuerza de su determinación y su limpieza de intenciones. No estuvo sola, porque otros profesionales se unieron a su causa, los medios de comunicación hicieron también su labor de divulgación y denuncia, y entre todos lograron doblegar a la fuerza descomunal del dinero.

La película trata del caso concreto de un fármaco, pero en el fondo puede referirse a todo tipo de injusticia, manipulación y corrupción que haga primar los intereses espurios por encima del bien de las personas. Ante cualquiera de esas situaciones, como sucede en la historia de la doctora Frachon y el Mediator, algunos no se enteran, otros no se quieren enterar, los hay que se enteran pero no están dispuestos a actuar, y finalmente están las «Irenes» que son capaces de mover montañas para que resplandezca la verdad y prevalezca el derecho y la justicia. Como dice Irène Frachon citando a Einstein, «El mundo es un lugar peligroso para vivir, no por los que hacen el mal, sino por aquellos que no hacen nada al respecto».