Cine y Valores

Fuerza mayor

Género: 
Puntuación: 
6

Average: 6 (1 vote)

Publico recomendado: 
Año: 
2014
Dirección: 
Fotografía: 
Música: 
Distribuidora: 
Duración: 
118
Contenido formativo: 
Crítica: 

Tom y Ebba pasan con sus hijos unas vacaciones de invierno en una estación de esquí de los Alpes franceses. Normalmente él trabaja demasiado y esos días son la ocasión de que la familia pueda convivir más íntimamente. Están en un aparthotel de lujo con todas las comodidades, el paisaje es idílico y el tiempo espléndido. Todo se presta a que vivan unos días perfectos, practicando el esquí y disfrutando a tope de estar juntos las 24 horas del día.
El segundo día de su estancia allí, mientras están comiendo en la terraza de un restaurante, disfrutando de las maravillosas vistas y del agradable sol, una avalancha, en principio controlada, se precipita vertiginosamente sobre ellos. La gente sale huyendo empujándose unos a otros. Ebba se lanza inmediatamente sobre sus hijos para protegerlos. Los tres llaman despavoridos al padre, pero éste ha salido corriendo en medio del tumulto para ponerse a salvo. Finalmente resulta que sólo ha sido un susto, porque la nieve no llegó a invadir la terraza. Todos regresan y vuelven a sentarse a la mesa para continuar con el almuerzo.
Tomas y Ebba tienen una percepción distinta de lo sucedido. Aunque intenta disimularlo, ella está irritada y decepcionada por la que considera actitud egoísta y cobarde de Tomas. Él no admite que huyera presa del miedo y se desentendiera de su familia. Ambos intentan superar la situación, pero no les resulta fácil porque, en el fondo, las relaciones familiares han quedado peligrosamente dañadas.
En la película todo parece ser una gran metáfora: Cuando en la vida surge un imprevisto arrollador, –una “fuerza mayor”, que da título al film– se confrontan la fuerza de los instintos más primitivos –el pánico en el caso de la película– y la capacidad de control sobre uno mismo, es decir, la auténtica libertad. En una situación límite, se desmoronan todos los muros de protección, todas las capas de ficción que nos hemos ido poniendo para disimular la verdad de nuestro interior y poder ofrecer una imagen mejorada de nosotros mismos. Nos quedamos con la más íntima realidad al desnudo, inermes e indefensos, forzados a tomar postura. Podemos dejarnos arrollar por la fuerza de nuestro instinto o nuestra pasión, o bien conservar la dignidad personal y enfrentarnos a la “fuerza mayor” con libertad de espíritu. Por eso, la actitud que adoptemos en ese instante, sea la que sea, marcará el resto de nuestra vida y condicionará la calidad de nuestras relaciones con los demás.
Ruben Östlund nos ofrece todo un proceso humano, desde la culpa hasta la posibilidad de redención. El primer hito es el coraje de reconocer y asumir la propia debilidad, sin parapetarse en un relativismo encubridor ni en un victimismo cobarde. La segunda exigencia es asumir honradamente la responsabilidad de la falta y procurar con todas sus fuerzas restañar las heridas que se hayan podido causar. En definitiva, se trata de conseguir hacerse digno del perdón.
FUERZA MAYOR nos ofrece todavía más temas para la reflexión, como que los conflictos entre una pareja, que pueden desembocar en separación o reconciliación, no competen sólo a ellos dos, los hijos tienen igualmente mucho que decir y hasta que exigir. O también que una relación sólida debe estar fundamentada en una actitud mutua de generosidad y veracidad; las mentiras o los pequeños engaños hacen imposible el auténtico encuentro personal y, por tanto, dejan a las personas en situación de profunda debilidad y de soledad desarraigada. O que el hecho de reconocer las debilidades del ser humano nos debe llevar a ser menos soberbios y a tener una mirada más indulgente y compasiva sobre las propias miserias y las de los demás, sin dejar, por ello, de asumir con coherencia las propias responsabilidades. Pero, sobre todo, la película nos lleva a pensar en la necesidad de no dejarnos llevar por el señuelo de las aparentes libertades, que implican sumisión a los instintos y las pasiones, y educar la auténtica libertad, para que, llegado el caso, tengamos la capacidad de ser señores de nuestras reacciones y decisiones. En suma, la historia de Tomas y Ebba, desconcertante a veces, constituye una gran lección sobre la necesidad de ser veraz y coherente consigo mismo y con los seres que amamos, y de contemplarnos unos a otros con benevolencia, humildad, y disposición al perdón.
La película es un regalo para la vista y para el oído, con una fotografía bellísima y unos preciosos pasajes musicales. Los actores encarnan perfectamente a sus personajes y consiguen hacerlos cercanos al espectador. Hay momentos estremecedores, como el ataque de histeria en el pasillo del hotel, pero el director tiene la habilidad de dar a veces un alivio a la gran tensión de la historia, con algunas escenas que provocan la sonrisa, como con el amigo barbudo pelirrojo y su pareja “veinteañera”, o con la presencia muda del empleado del hotel. Pero, tal vez, el mayor logro, es ese final en el que la incertidumbre y el miedo dan lugar a la solidaridad de un grupo humano que avanza sin equipaje por la sinuosa carretera.