Violette y su mejor amiga, ambas de 45 espléndidos años, pasan unos días en un spa de Biarritz, con ánimo de descansar y de vivir alguna aventura sexual.
Allí Violette conoce a Jean-René y de inmediato empiezan una relación apasionada, aunque prácticamente no tienen nada en común. Ella parisina, elegante, ejecutiva en el mundo glamuroso de la moda; él un sencillo hombre de provincias, tímido y bonachón. Jean-René debe trasladarse a París por su trabajo como informático y allí, se esfuerza por adaptarse al microcosmos sofisticado en el que ella se mueve. Pero Jean-René se va a encontrar con un temible rival, Lolo, el hijo veinteañero de Violette, dispuesto a todo para minar la relación, ahuyentar al amante de su madre y conservar así su puesto de favorito absoluto.
El planteamiento parece poder ofrecer una comedia frívola, incluso con tintes eróticos, pero con una mirada amable y condescendiente sobre pasiones humanas que enturbian la vida cotidiana. Incluso las primeras escenas provocan la sonrisa y algún atisbo de risa. Sin embargo, a los pocos minutos, aparece ya la cruda realidad de un guion absurdo, en el que unos adultos, obsesionados con el sexo, son incapaces de detectar, a lo largo de los años, una grave psicopatía que hace de un niño un hábil manipulador.
Julie Delpy y Karin Viard llevan a cabo un trabajo digno de encomio, pero no podemos confndir el trabajo del actor con la realidad del personaje que nos presenta el guion. Violette y su amiga y confidente hacen gala de una ordinariez sin límites, con unas expresiones y unas actitudes tan burdas y salidas de tono, que privan a la historia de cualquier posible comicidad. De todos modos, tal vez lo peor de la historia sea la carta de naturaleza que se da a la promiscuidad sexual, incluso en el hogar familiar, y con qué falta de la más mínima elegancia espiritual, la madre y el hijo hablan de detalles íntimos que resultarían malsonantes en un burdel portuario. Sin embargo, a pesar de esa relación tan estrecha entre ellos, llama la atención la ceguera de la madre, que no se dé cuenta de la patología del hijo y, más tarde, su falta de responsabilidad para ayudar al hijo a recibir la asistencia psiquiátrica necesaria.
No es una película erótica, en el sentido de que no hay escenas de sexo explícito. Sencillamente nos presenta a unos personajes que tienen fijación con el sexo, entendido como genitalidad. Humanamente no tienen ninguna entidad, son personas con actitudes moralmente deleznables, que no parecen tener más aspiración en la vida que alcanzar relaciones sexuales placenteras. La película es, pues, un ejemplo claro de seres egoístas y manipuladores, que se mueven exclusivamente en el nivel de las relaciones lineales y tratan a los demás como meros objetos al servicio de sus caprichos y de la satisfacción de sus deseos.
El único personaje que se libra de esa mediocridad es el pobre Jean-René, que aspira a disfrutar con normalidad de un enamoramiento en la edad madura, y al que le duele que Violette no vea en él más que el medio para vivir un idilio-sexual que la libere de su soledad.
Inevitablemente, a uno se le viene a la mente la terrible pregunta de si esos personajes, aunque tal vez algo distorsionados, están inspirados en la realidad, si esas actitudes pueden darse en la vida cotidiana. Y la verdad es que da miedo encontrar la respuesta.
Con un guion tan penoso, poco importa que el trabajo actoral sea correcto, no tiene capacidad de salvar la película. Son 99 interminables minutos tediosos. Lástima de comedia que hubiera podido ser.