Tras un ataque de indios arikara, los supervivientes de un equipo de tramperos deben abandonar la mayor parte de las pieles conseguidas y huir a la desesperada, llevando en unas improvisadas parihuelas a uno de ellos, Hugh Glass, gravemente herido por el ataque de un oso enfurecido. Su muerte parece irremediable e inminente, y el capitán decide dejarlo con algún voluntario que se comprometa a acompañarlo hasta el momento de darle sepultura. Se ofrecen el hijo mestizo del mismo Glass, Bridger, también joven e inexperto, y el miserable John Fitzgerald, capaz de la peor traición con tal de obtener beneficios. Sin embargo, contra todo pronóstico, el herido logra sobrevivir.
Alejandro González Iñarritu adapta la novela “The Revenant”, de Michael Punke, que cuenta la historia real de Hugh Glass y nos ofrece un poema épico sobre el instinto de supervivencia. Es una cinta de gran belleza visual, pero extremadamente dura. La hiperrealidad digitalizada nos ofrece unas escenas apabullantes dignas de todo elogio, aunque algunas de ellas son tan sangrientas y violentas que el espectador se ve obligado a desviar los ojos de la pantalla. No obstante la historia atrapa totalmente porque junto al sufrimiento y la miseria humana, encierra también mucha grandeza y mucho amor. El deseo de venganza –o tal vez sería mejor decir, la búsqueda de justicia– queda enmarcado en una actitud religiosa de apertura a la trascendencia, porque cuando una situación dolorosa alcanza tal trágica magnitud, el hombre se queda anonadado por el espanto y no le queda otra salida que entregarse a la destrucción en un vendaval de odio y furia, o doblar la rodilla y abandonar el desenlace en manos de Dios.
“El renacido” cuenta con doce nominaciones a los Oscar y cabe esperar que sea una de las películas triunfadoras. Méritos no le faltan.