UN SANTO DE HOY
En octubre de 2006, el italiano Carlos Acutis, de solo quince años, moría como consecuencia de una leucemia fulminante. Era un joven alegre, sociable, aficionado a los videojuegos, a la informática y al saxofón, que disfrutaba de la vida y que tenía mil proyectos de futuro. Cuando le sobrevino la enfermedad, no solo supo encajarla con serenidad, sino que, de inmediato, le buscó un sentido trascendente al sufrimiento, que ofreció por la salvación del hombre.
Su fe inquebrantable en la presencia de Dios en su vida podría haber sido un mero medio de consuelo para su dolor, una forma de conformarse con su enfermedad. No fue así, porque la experiencia del amor de Cristo constituyó una fuente de la que empezó a manar a borbotones la propia capacidad de amar del joven Carlos, que quería enriquecer a los demás. No pensaba en sí mismo, no se lamentaba de tantos sueños perdidos, no se quejaba de los padecimientos, todo eso constituía para él una riqueza extraordinaria, la posibilidad de una oblación personal para el bien de los demás.
Ya antes de la dura prueba de la enfermedad, la Virgen María, la mujer de su vida, era para él la ternura, el refugio y la puerta hacia el Señor, al que estaba cada día más unido. El cielo era la auténtica meta de su vida y aspiraba a llegar allí sin tener que hacer escala en el purgatorio. A pesar de su juventud, Carlos, que era un gran devoto de la Eucaristía, la autopista que nos lleva al cielo, realizó junto con sus padres un interesante trabajo de investigación sobre milagros eucarísticos, que hoy, en forma de exposición al público, está recorriendo diversos lugares del mundo.
El periodista, escritor y cineasta José María Zavala, entre cuyos trabajos para el cine podemos destacar El misterio del Padre Pío (2018), Amanece en Calcuta (2021) Wojtyla: la investigación (2020), entre otros, nos acerca la acerca la figura del joven beato a través de entrevistas, de desigual interés. Algunos entrevistados se erigen en protagonistas; en tanto que deudores del beato, es cierto, pero son ellos los que pasan a primer plano. Otros, por el contrario, resultan testimonios extraordinarios para hacernos comprender la grandeza humana de Carlos. Sin duda el primer lugar le corresponde a la madre, que, con la emoción contenida de mujer creyente que sabe que su hijo está gozando en ese cielo que tanto ansiaba, nos transmite datos de cómo su hijo disfrutaba la vida y estaba firmemente asentado en su fe inquebrantable.
La película es más una catequesis que un biopic y este es su punto débil. Se echan de menos más datos, más detalles de la biografía de Carlos Acutis y menos, por ejemplo, de un seminarista desconocido o de una periodista argentina. El film podrá ser un buen instrumento para las catequesis de jóvenes, pero eso mismo le hace perder fuerza en su posible dimensión evangelizadora para alejados y no creyentes.