La doctora Alice Howland es una brillante lingüista, profesora de la Universidad de Columbia. John, su marido, es también un cualificado investigador y profesor de universidad. Tienen tres hijos ya adultos, que están empezando con esfuerzo su trayectoria profesional. Con poco más de 50 años, Alice empieza a sufrir pequeños lapsus mentales, que se hacen cada vez más frecuentes, e, incluso, algún episodio de desorientación. Resultan ser los primeros síntomas de un Alzheimer hereditario –y, por tanto, susceptible de haber sido transmitido a sus propios hijos– que avanza a una desoladora celeridad.
Alice empieza el combate por defender en lo posible sus recuerdos y su identidad contra el avance imparable de la enfermedad, mientras su marido y sus hijos reorganizan sus vidas para poder cuidar de ella. Alice es valiente y luchadora, pero eso no impide que conozca perfectamente el futuro inexorable que le espera, y a esa angustia se le añade el dolor y hasta un cierto sentido de culpa por haber podido pasar la enfermedad a sus hijos. Es, pues, humanamente explicable, en una persona que no parece tener ninguna creencia religiosa, es decir, ninguna esperanza de perennidad del amor en el más allá ni la posibilidad de dar un sentido al dolor, que se plantee no sólo organizar su vida, sino, incluso su muerte. Está desmoralizada y no quiere ser un peso para los que ama, aunque sabe que ellos jamás aceptarían dicha solución.
La reacción del marido y los hijos ante la situación de deterioro de la madre, constituye una auténtica lección de amor y unión familiar, un ejemplo de la unión conyugal “en la salud y en la enfermedad”, de la capacidad de agradecimiento de los hijos a los padres por su amor generoso y su entrega incondicional. La historia da también qué pensar sobre dilemas que, lógicamente, aparecen ante una enfermedad de esta índole, como hasta qué punto es razonable agostar la vida profesional para atender al enfermo. Se trata de realidades dramáticas no poco frecuentes hoy día en la vida cotidiana y por eso es oportuno un film con esta temática, para ayudarnos a reflexionar sobre las actitudes éticas, desprovistas de todo egoísmo, pero sí razonadas y razonables, que pueden contemplarse en una situación así.
La historia triste y dramática está muy contenida en su planteamiento, con el equilibrio necesario para ofrecer el conflicto humano en toda su realidad, pero sin caer en el melodrama lacrimógeno. Los actores cumplen bien con su papel, pero entre ellos destaca la magistral interpretación de Julianne Moore, que parece pronosticar un Oscar.
Sin duda, una película altamente recomendable.
Siempre Alice
Título original:
Still Alice
Género:
Puntuación:
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Publico recomendado:
País:
Año:
2014
Dirección:
Fotografía:
Música:
Intérpretes:
Distribuidora:
Duración:
99
Contenido formativo:
Crítica: