Argumento: Yann Martel (novela)
Sinopsis
Pi Patel, ya adulto y padre de familia, le cuenta a un escritor la increíble historia que vivió en su juventud. La familia Patel, que regentaba un zoo en la India, decidió un buen día trasladarse a Canadá para prosperar. Pero el carguero japonés en el que viajaban con algunos de los más valiosos animales, que pensaban vender al llegar a la nueva tierra, naufragó en una noche de terrible tormenta. Milagrosamente, el joven Patel se salvó del hundimiento, y empezó para él una auténtica aventura épica, en un bote a la deriva en medio de la inmensidad del Océano Pacífico, con una cebra, una orangutana, una hiena y un tigre de Bengala, llamado Richard Parker. Sólo el terrible tigre y Pi lograron sobrevivir a su largo periplo, perdidos en las aguas, hasta arribar, exhaustos, a las costas de México.
Todo ese tiempo en lucha por la supervivencia, arrostrando peligros, viviendo momentos de terrible zozobra y casi desesperación, representa para Pi un viaje iniciático. Porque la historia de aventuras y descubrimientos es realmente una metáfora de la vida misma. Antes, como niño, buscaba a Dios con curiosidad e interés, experimentando todos los caminos para llegar a Él, y descubría la vida amparado por el amor y la sabiduría de su familia. Náufrago en las aguas procelosas, tiene que asumir solo su responsabilidad de sobrevivir, sin abandonar jamás los sólidos principios éticos que le inculcaron sus padres, tratando de encontrar al mismo tiempo el sentido de la vida. Su búsqueda de Dios es ahora urgencia de su presencia. Su grito es el clamor angustiado del hombre sufriente que confía en Dios a pesar de su silencio. En medio de la inmensa maravilla de la Creación, solo, desvalido y rodeado de peligros que le acechan, su fe no vacila, pero implora desesperadamente al Creador que le ayude a conocer su voluntad, que le indique el sendero que debe esforzarse en seguir: “Todo lo he perdido! ¡Me rindo! ¿Qué más quieres?”
En una situación extrema, como es la presencia del tigre de Bengala en el bote, tiene que aplicar la gran lección de sabiduría que le dio su padre: Amar al otro no es verte reflejado a ti mismo en él, sino aceptarlo tal como es, respetarlo, procurar generosamente su bien, pero manteniendo entre ambos la distancia justa para que cada uno siga siendo quien es. Esta condición para el encuentro personal, la aprendió dolorosamente de Richard Parker y con él la ha cumplido en todo el tiempo de su naufragio hasta que, finalmente, ve, apenado, cómo se aleja sin volver la cabeza, sin una mirada, sin un gesto de amistad.
Las imágenes de la película son de una belleza indescriptible. La Creación toda entera es espléndida en su hermosura y entona un canto de alabanza al Creador. Pero los espectaculares planos que registra la cámara no sólo son un deleite para la vista. Representan el contrapunto con la violencia que implica la ley de la supervivencia en la naturaleza. El poder del más fuerte y astuto sobre el desvalido resulta de una repulsiva crueldad cuando no se contempla como una consecuencia del instinto, que es lo propio de los animales, sino que se juzga con raciocinio de persona humana, es decir como fruto de una decisión libre. En esos momentos, en que Pi no sigue el consejo de su padre de no juzgar al otro desde el propio reflejo, sino tal como es en sí mismo –un animal que come a otro para alimentarse–, no puede evitar que, como él mismo dice con amargura, aflore lo peor de sí mismo, la crueldad y el deseo de venganza, que, muy en el fondo, alberga en su corazón. Pero, cuando también él se ve obligado a actuar como un ser de instinto para poder sobrevivir, lo hace con llanto y pidiendo perdón al animal que sacrifica con una pena infinita. Vivir implica sufrir, pero sentirse vivo es una maravilla.
El final de la película puede parecer desconcertante, por cuanto la historia llega a quedar en suspenso, y el escritor (como el espectador) debe decidir por cuál de las dos versiones se decide. También eso tiene su significado: Los hechos hubieran podido ser de otro modo, los personajes de la historia podrían haber sido distintos, pero lo esencial, la búsqueda de Dios y del sentido de la vida, la bondad y la maldad en pugna, no en un mundo de buenos y malos sino en un mundo donde todos podemos ser a veces buenos y a veces malos, sería lo mismo. La responsabilidad personal de cada uno de optar libre y decididamente por adoptar actitudes éticamente valiosas aun en circunstancias extremadamente adversas, el valor de la oración para encontrar las fuerzas necesarias para mantener el rumbo de la vida, la fe inquebrantable en la presencia amorosa y providente de Dios a pesar de su silencio son principios inmutables para el hombre.
La vida de Pi no es en absoluto una película que se preste al relativismo ni al sincretismo religioso. Pi, en su juventud, busca a Dios en el hinduismo de sus padres, en el islamismo y en el cristianismo, pero no de forma superficial, buscando una religión de diseño para las propias apetencias, porque al final todo viene a ser lo mismo. Lo que inquieta y mueve al joven hindú es la búsqueda comprometida de la verdad, en relación personal, confiada y cercana con el Creador, el trato familiar en oración, y la confianza de un hijo a su padre, aun en las peores circunstancias, para preguntarle a gritos qué quiere de él si ya no puede más. Es la gran pregunta sobre el silencio de Dios, cuando Pi está amando al enemigo hasta arriesgar su vida por él y no ve a su alrededor más que soledad y peligros. En su viaje iniciático Pi adquiere la sabiduría de confiar en Dios, en su presencia amorosa, incluso en la incertidumbre del dolor y la proximidad de la muerte.
No es una película para niños porque la tensión de la lucha por la supervivencia de unos animales contra otros es, a menudo, de una gran violencia, y las escenas de tensión en el bote son extremadamente truculentas, sólo aliviadas por la certidumbre del espectador de que Pi saldrá indemne de su peligrosa convivencia con Richard Parker. La narración es circular, termina donde empieza, por tanto, ya se sabe que Pi sigue con vida y lleva una vida serena y feliz.
Pero para un público adulto, dispuesto a dejarse impregnar por la deslumbrante belleza que capta la cámara, por la profundidad de la poesía que canta la naturaleza y por la reflexión sobre la sabiduría de la vida, la película ofrece dos horas de auténtica delicia.
La vida de PI
Puntuación:
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País:
Año:
2012
Dirección:
Guión:
Fotografía:
Música:
Intérpretes:
Distribuidora:
Duración:
127
Contenido formativo:
Crítica: