La película es un total sinsentido de principio a fin. Narra las peripecias de Isabelle, que acaba de cumplir 17 años. Vive con su madre Sylvie, su hermano menor Victor, y su padrastro, Patrick. Se trata de una familia acomodada, de esa burguesía que a Ozon le gusta desdeñar, con una vida tranquila y sin problemas ni económicos ni de relaciones personales. Es decir, sin nada que pudiera, si no justificar, por lo menos explicar una reacción rebelde. Durante unas vacaciones en la Costa Azul, por fin Isabelle puede cumplir su deseo de perder la virginidad, en una experiencia que resulta frustrante. Al regresar a París, aun sin dejar de llevar una vida normal de estudiante en el instituto, empieza a prostituirse sin ninguna motivación aparente; ni es por dinero, que no necesita ni lo gasta, ni es por placer, porque no siente nada. Hasta que la familia por fin se entera y toma cartas en el asunto. Cualquier reminiscencia o, menos aún, comparación con Belle de jour (1967) constituiría una imperdonable injusticia con Luis Buñuel.
La historia está estructurada en cuatro partes, siguiendo las estaciones del año y cuatro canciones de Françoise Hardy. Cada estación empieza con la mirada de un personaje sobre Isabelle. En verano, es su hermano quien la espía; en otoño, son sus “clientes”; en invierno, la madre, que la vigila; en primavera, el padrastro, al que ella ha querido provocar y Alexandre, el compañero del Instituto con quien inicia una relación. Es decir, desde cualquier ámbito, es vista por todos como puro objeto de observación o deseo. Y a lo largo de todo el año, ella se mira a sí misma del mismo modo, de forma narcisista, como algo bonito aunque sin entidad. Incluso, en algún momento, por ejemplo en la escena en que pierde la virginidad, hay un desdoblamiento y ve como su doble la está mirando, a una cierta distancia, con gesto inexpresivo. Es una imagen plástica de que Isabelle contempla su vida como algo ajeno que no le concierne realmente ni, por supuesto, pudiera conmoverla.
Lo más característico de la película es la ausencia total de criterios y referentes éticos. Ni la misma Isabelle sabe por qué se prostituye, y en ningún momento tiene conciencia de hacer algo malo ni incorrecto. Y en cuanto a los adultos de su alrededor lo único que consideran es que se trata de una aventura que tiene muchos peligros inmediatos –violencia, transmisión de enfermedades...–, pero nadie hace ni la más mínima referencia al sentido de la vida o a la posibilidad de destruirse a sí mismo como persona. No hay noción de bien ni de mal, es puro nihilismo, vacío total, absurdo. Isabelle, con su egocentrismo narcisista, es un personaje huero, sin ninguna entidad. En nadie, ni aun en la madre, se percibe ni un atisbo de calidez humana. Es todo vértigo, pero sin ni tan siquiera la fuerza de una pasión arrolladora.
Así, JOVEN Y BONITA presenta una historia sin relieve ni profundidad, que no aporta nada. Lo único que parece significar algo que no sea un puro mostrar con la cámara, casi propio de “voyeurismo”, aparece al final, cuando Isabelle pasa su mirada de su propia imagen reflejada en un espejo a una ventana abierta, que podría hacer pensar en los otros.
Técnicamente es una película bien hecha y los actores encarnan bien su papel, especialmente la joven Marine Vacth, quien refleja perfectamente la fría superficialidad y la sinrazón de su personaje. Ozon controla muy bien los desnudos y las escenas de cama, para que no se conviertan en erotismo zafio, aunque en no pocas ocasiones lo rozan peligrosamente.
Pero todas las bondades que se puedan encontrar en la hechura del film, y que hasta, tal vez, le supongan algún premio o reconocimiento, no compensan los 90 minutos perdidos en la butaca de un cine.
Joven y bonita
Título original:
Jeune et jolie
Género:
Puntuación:
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Publico recomendado:
País:
Año:
2013
Dirección:
Guión:
Fotografía:
Música:
Intérpretes:
Distribuidora:
Duración:
94
Contenido formativo:
Crítica: