Una superproducción sobre Moisés, el patriarca bíblico que condujo a su pueblo desde la esclavitud en Egipto hasta Canaán, la tierra que manaba “leche y miel”. La película está basada en su mayor parte en el libro del Éxodo, pero el auténtico eje del argumento es el personaje de Moisés, al que empieza presentando como un joven general egipcio, de la familia del faraón. Tras la muerte de éste, habiendo ya subido al trono su hijo Ramsés, Moisés descubre su origen hebreo. A causa de su pertenencia a ese pueblo, esclavizado en Egipto, es desterrado por Ramsés, el que otrora fuera considerado su hermano. Lejos de la corte, Moisés lleva una vida apacible como pastor, junto a Séfora, su hermosa esposa, y el hijo de ambos. Un día, bajo una espectacular tormenta, tiene una revelación de Dios, que en adelante le visitará con frecuencia para indicarle cuál es la misión que le tiene asignada como liberador de su pueblo.
A pesar de todos sus esfuerzos, Moisés no consigue que Ramsés acceda a dejar partir a los israelitas. Dios envía entonces diez terribles plagas, hasta conseguir doblegar la voluntad del faraón. Empieza entonces la aventura épica de los 600.000 esclavos siguiendo a su caudillo Moisés hacia la tierra prometida. Sin embargo, Ramsés no tarda en arrepentirse de su decisión y sale con su ejército en persecución de los israelitas.
Da la impresión que Ridley Scott desconoce que la Biblia no es una crónica histórica, sino una lectura religiosa de la historia del pueblo de Israel. Lo específico del personaje bíblico de Moisés es, por tanto, su carácter religioso y, sin embargo, Scott nos ofrece más un líder guerrero y fundamentalista que el patriarca del segundo libro del Pentateuco. La película resulta una narración netamente mitológica, con un héroe admirable –Moisés– en una extraña relación de desacuerdo-obediencia con un dios, poderoso como tal, pero iracundo y cruel, movido por pasiones humanas. Estructura típica de la mitología clásica. La zarza ardiente aparece en un cierto momento, mas la divinidad se presenta bajo la forma de un niño que nada tiene que ver con el Dios de la Revelación. Una espada egipcia sustituye al cayado de Moisés, de tanta relevancia en el relato bíblico (convierte en sangre la corriente del Nilo, separa las aguas del mar Rojo, hace brotar agua de la peña en Horeb…).
Si bien el relato bíblico es francamente flojo, el espectáculo visual de “Éxodo: dioses y reyes” es espléndido. Una tecnología avanzadísima, con unas 3D impresionantes, imprime un gran dinamismo a las batallas, profundidad a las escenas de masas y grandiosidad a todo el conjunto, siendo especialmente de destacar la espectacularidad de las escenas de las diez plagas que se abaten sobre el reino del faraón. La tecnología unida a la ambientación y al magnífico vestuario consiguen sumergir al espectador en el antiguo Egipto, como si él mismo formara parte de la historia que aparece en pantalla.
La película es una opción recomendable para pasar un buen rato y deleitarse con una obra cinematográfica espectacular, a condición de no buscar fidelidad al sentido del texto bíblico.
Exodus:Dioses y reyes
Título original:
Exodus: Gods and Kings
Puntuación:
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Publico recomendado:
País:
Año:
2014
Dirección:
Guión:
Fotografía:
Música:
Intérpretes:
Distribuidora:
Duración:
150
Contenido formativo:
Crítica: