Argumento: Hannelore Hippe (novela "Eiszeiten")
Europa 1990. El muro de Berlín acaba de caer. Katrine Evensen, hija de un soldado alemán y noruega de nacimiento, creció en la Alemania del Este, pero hace 20 años que regresó a Noruega donde se reencontró con su madre. Actualmente es una mujer feliz, casada, con una hija y una nieta.
Un grupo de abogados de derechos humanos quieren llevar al estado noruego ante el tribunal de Estrasburgo por el caso de los “niños de la guerra”, hijos de soldados alemanes y mujeres noruegas, separados de sus madres, llevados a Alemania y criados en orfanatos. El abogado Sven Solbach llega a casa de Katrine para pedirles, a ella y a su madre, que testifiquen en el juicio. Katrine se niega en redondo sin que nadie se explique por qué, pero Ase, la madre, acepta. Gradualmente se van descubriendo toda una red de secretos y el turbio pasado va saliendo a luz.
La película está basada en hechos reales. En 1935, el Reichsfuhrer SS Heinrich Himmler puso en marcha el llamado “programa Lebensborn” con la intención de seleccionar miembros de la raza aria para engendrar hijos que correspondieran con el ideal nazi de ser humano. Cuando la guerra llegó a su fin habían nacido unos 12.000 niños “Lebensborn”, hijos sobre todo de miembros de las SS con mujeres noruegas. Con el fin de la guerra esos niños fueron discriminados, pero, aun y así, contaban con una doble nacionalidad, lo cual, a partir de los años 60, empezó a resultar muy interesante para la Stasi.
“DOS VIDAS” es un thriller inquietante que va dosificando los terribles descubrimientos que mantienen al espectador en creciente intriga y tensión. Juliane Köhler encarna magistralmente el atormentado personaje de Katrine Evensen, dividida entra la realidad y la ficción. Liv Ullmann, por su parte está magnífica como la desconcertada madre. El resto del elenco cumple bien con sus respectivos papeles. Es interesante como los actores de los flash-backs se asocian fácilmente con los personajes envejecidos de la actualidad.
Impresionante película que deja, además, en el aire una terrible pregunta: ¿Qué tiene más importancia, la vida de amor compartida durante años o la inconfesable mentira que la hizo posible.