Cine y Valores

Viva la Libertad

Título original: 
Viva la libertà
Género: 
Puntuación: 
6

Average: 6 (1 vote)

Publico recomendado: 
País: 
Año: 
2013
Dirección: 
Fotografía: 
Música: 
Distribuidora: 
Duración: 
94
Contenido formativo: 
Crítica: 

Enrico Oliveri, secretario general del principal partido de la oposición de la izquierda italiana, se siente abrumado por la tremenda presión a la que se ve sometido en la vida política y por la crisis, seguramente irrecuperable, que atraviesa su matrimonio. Así las cosas, decide desaparecer sin que nadie conozca su paradero y se refugia en París, en casa de un antiguo amor de juventud, actualmente casada con un director de cine y madre de una niña.
Andrea, su atribulado asistente, intenta ganar tiempo mientras lo busca, achacando la ausencia del líder a una enfermedad pasajera. En el curso de sus pesquisas se encuentra con Giovanni, el hermano gemelo de Enrico, un filósofo que sufre un trastorno bipolar y que acaba de salir de un psiquiátrico. En un descuido de Andrea, Giovanni le concede una explosiva entrevista a un renombrado periodista. A partir de ese momento empieza el juego de hacerle ocupar el puesto de Enrico hasta que éste aparezca.
La línea argumental es coherente, a pesar de algún momento en que parece que se le va un poco de las manos al director, como el esperpéntico tango con la canciller. Pero la película resulta no poco ambigua en su significado. Ciertamente encierra una burla del sistema político italiano –y, por qué no decirlo, del europeo en general–: en realidad, una “partitocracia” bajo forma de democracia. Enrico, hombre honesto, está perdiendo popularidad y cunde el pánico en el seno de los partidos, perfectamente ordenados entre ellos para no perder poder. Al mismo tiempo, los planteamientos de un loco provocan entusiasmo. Habla en términos de utopía que entusiasman a la gente, porque les hacen recobrar la esperanza en plena época de depresión y los remueven de su apatía. Incluso el mismo Andrea, que sabe perfectamente de su insania, llega a exclamar que él votaría a un político como Giovanni Oliveri.
Es como si, en el sistema político actual, la locura tuviera mayores posibilidades de éxito que la cordura y la sensatez. Pero Roberto Andò parece ir todavía más allá en su mirada burlona, cuando en la película se afirma que hay políticos mediocres porque el conjunto de los votantes son mediocres. Es decir, que el pueblo llano, que vota, no es capaz de distinguir la demencia de la cordura en los planteamientos de organización de la comunidad. Esa “mediocridad” generalizada es la clave de interpretación de la historia, que alcanza incluso al espectador, al que Andò envuelve también irónicamente en la ambigüedad de la película, en una última escena genial, en la que, como los votantes de la historia, tampoco es capaz de distinguir al cuerdo del loco.
Una película, muy divertida y con algunas escenas auténticamente hilarantes, nos puede ayudar a comprender ciertas esperpénticas situaciones políticas que se dan actualmente a nuestro alrededor. Lo cual, hay que reconocerlo, ya no resulta cómico, sino tremendamente dramático