Cine y Valores

The Square

Título original: 
The Square
Género: 
Puntuación: 
6

Average: 6 (1 vote)

Publico recomendado: 
Año: 
2017
Dirección: 
Fotografía: 
Música: 
Distribuidora: 
Duración: 
142
Crítica: 

Christian, conservador de un museo de arte contemporáneo de Estocolmo, es un «humanista» del siglo XXI, que conduce un coche eléctrico y apoya causas humanitarias. Divorciado y padre de dos hijas pequeñas a las que atiende con cariño los días que le corresponden. Actualmente está preparando una nueva exposición, «The Square», que fomenta valores humanos altruistas. Un día, cuando se dirige a su trabajo, es víctima de un timo en plena calle y le roban la cartera y el móvil. Su reacción no es tal como cabría esperar de un hombre tan íntegro y seguro de sí.

La película es una sátira sobre los límites del arte contemporáneo y de lo «políticamente correcto» frente a la libertad de expresión, que, en realidad, supone una fábula sobre la inconsistencia y la desorientación de la sociedad actual. En el inicio, una periodista hace una entrevista a Christian y le pregunta por un artículo suyo sobre la obra de arte, que no ha llegado a comprender. Es una escena hilarante porque ni él mismo es capaz de aclarar lo que pretendió decir y lo acaba resumiendo diciendo que si el bolso de la periodista fuera expuesto en un museo, pasaría automáticamente a ser una obra de arte. Es el absurdo del relativismo, según el cual nada es nada en sí mismo sino que todo depende de la apreciación de quien lo mira. Más aún, si todo depende de la apreciación, la manipulación es muy fácil: un vulgar bolso se convierte en obra de arte si alguien decide exponerlo en una galería. A partir de ahí el público lo admitirá sin cuestionarse. Dentro de los muros de la galería todo está controlado, todo forma parte de un conjunto cómodo y seguro. ¿Pero cuál es la línea roja que no debe nunca traspasarse para que no se resquiebren las barreras de la seguridad?

Ruben Östlund no da la respuesta pero interpela al espectador para que la busque por sí mismo, con una escena genial que sitúa a la mitad de la película. Un actor representando el papel de un primate empieza a saltar por una sala donde va a tener lugar un banquete para los benefactores del museo. La gente ríe al principio, aunque pronto empieza a reinar el desconcierto. Todos están incómodos pero nadie se atreve a moverse por miedo a desentonar, hasta que el «hombre mono» va demasiado lejos. El malestar de los asistentes se traslada también al espectador, la atmósfera se hace agobiante porque se han difuminado los límites que proporcionan seguridad. En «the squar», hay una Arcadia feliz, donde las conciencias viven tranquilamente su individualismo egoísta, donde todos tienen las mismas obligaciones y los mismos deberes. Pero cuando esas fronteras saltan por los aires -porque le roban el móvil y la cartera con la documentación; porque se produce una explosión en el cuadrado artístico; o porque un hombre-mono siembra el pavor- la sociedad confortable (intelectual y económicamente) se ve enfrentada a los barrios deprimidos donde viven niños que reclaman su dignidad, a la pura miseria en cada rincón de la calle, al emigrante, al «diferente»… El sueño egoísta se ve en el espejo de la realidad.

La película es una llamada de atención a la hipocresía de nuestra sociedad occidental, que cierra los ojos ante la marginación pero adopta aires de un absurdo «buenismo» cuando defiende la libertad de expresión, como el derecho de que cualquier mentecato tenga derecho a decir la mayor necedad y los demás deban escucharlo con atención y tener en cuenta sus palabras carentes de sentido.

Una obra perturbadora, con escenas que rozan el surrealismo (como la presencia de un orangután que vive pacíficamente como un ser humano en casa de una periodista), estéticamente muy hermosa, con actores extraordinarios, especialmente Claes Bang y Elisabeth Moss y con una extraordinaria capacidad de cuestionar al espectador sobre los confortables refugios de nuestra sociedad en un mundo enfermo que ha perdido el rumbo.