OBJETO DE DESEO
Frances McCullen está viviendo un momento muy duro: hace poco ha perdido a su madre, con la que estaba muy unida, y está distanciada de su padre. Con una sensación de soledad y desamparo difícil de superar, ha dejado Boston por Manhattan, y se ha ido a vivir con su amiga Erica Penn. Trabaja como camarera en un restaurante y lleva una vida muy tranquila. Un día encuentra un bolso de mujer extraviado en el metro de Nueva York, busca en su interior por si hubiera algo que identificara a su dueña y, cuando lo encuentra, decide llevarlo a la dirección que allí aparece.
Así conoce a Greta Hideg, una enigmática mujer aficionada a la música, especialmente a Liszt, cuyo Sueño de amor es como un leitmotiv en su vida. De inmediato surge entre ellas una corriente de simpatía que da lugar a una relación afectuosa. Greta, francesa en país extranjero, viuda y con su única hija en París, se siente muy sola, y, por su parte, la ingenua Frances está buscando la figura de la madre, a la que tanto echa de menos. Desde el principio, Erica, la buena amiga que está intentando ayudar a Frances a encontrar su lugar en Nueva York, está inquieta por la presencia de esa extraña mujer en la vida de su compañera. Pronto la aparentemente encantadora pianista deja ver su lado oscuro, su psicología obsesiva, capaz de cualquier cosa con tal de no perder a Frances. Sus mentiras -la primera de las cuales, que no la única ni la más importante, es que no es francesa, sino húngara- han tejido una tela de araña para retener a la joven y mantenerla a su merced. Esta, acosada y totalmente atemorizada, pugna inútilmente por liberarse de esa especie de sombra amenazadora que no se despega de ella.
El irlandés Neil Jordan presenta un thriller psicológico y dramático desigual. El meollo de la acción es muy sencillo: un bolso de cuero verde extraviado, una psicópata malvada y peligrosa frente a una joven inocente y la compañera de piso de ésta dispuesta a proteger a su amiga. El comienzo está muy bien planteado y atrapa enseguida al espectador, pero el desarrollo de la historia es endeble. A los personajes les falta verosimilitud: Greta parece tener el don de la bilocación o, por lo menos, de trasladarse de un lugar a otro por arte de magia y Frances parece excesivamente tonta, con sus acciones y decisiones. En cuanto al cuerpo de policía de Nueva York aparece como un de incompetencia. Tampoco la acción tiene mucha más credibilidad y las confusiones entre realidad y sueño no ayudan tampoco en ese sentido. Pero si la intriga va desapareciendo, porque nada parece real de tan exagerado, no así una tensión rayana en el terror, que tiene en vilo al espectador. Algunas imágenes están muy logradas, y algo tan simple como una colección de bolsos idénticos ocultos en una alacena, o una taza dando vueltas en el microondas, consigue transmitir un desasosiego aterrorizador. No faltan pequeños espacios claustrofóbicos, y alguna escena sanguinolenta, para producir espanto y desazón. Finalmente parece que retoma la buena senda y el desenlace es correcto.
La banda sonora del turolense Javier Navarrete es capaz, por sí sola, de crear inquietud y perturbación o, por el contrario ofrecer momentos de calma y respiro. Isabelle Huppert parece sentirse a sus anchas en el papel de villana llena de perversas intenciones, y la verdad es que está magistral en su interpretación. Por su parte, las jóvenes actrices Chloë Grace Moretz y Maika Monroe, en sus papeles de Frances y Erica, hacen un trabajo muy correcto, que no desmerece en nada al de Huppert.
Un thriller irregular, casi incapaz de sorprender, pero con actores que se esfuerzan en imprimir energía a la historia. No es una gran película, pero, con todas sus lagunas, entretenida y mantiene alerta y sin un respiro la atención del espectador.