Cine y Valores

La librería

Título original: 
The Bookshop
Género: 
Puntuación: 
9

Average: 9 (1 vote)

Publico recomendado: 
Año: 
2017
Dirección: 
Fotografía: 
Distribuidora: 
Duración: 
108
Crítica: 

3 GOYAS: MEJOR PELÍCULAMEJOR DIRECCIÓN; MEJOR GUIÓN ADAPTADO Y 5 MEDALLAS CEC: PELÍCULA, DIRECTORA (ISABEL COIXET), ACTOR SECUNDARIO (BILL NIGHY), GUION ADAPTADO (ISABEL COIXET) Y FOTOGRAFÍA (JEAN-CLAUDE LARRIEU).

«La cubierta de un libro y sus páginas son las paredes y el techo de una casa, de un hogar»… Con esas palabras, la voz en off de Christine adulta nos introduce en la interesante historia de Florence Green en el pueblo británico costero de Hardborough, en los años 50. Tras más de una década de soledad desde que falleció su marido en la guerra, decide llevar a cabo el sueño que ambos concibieron desde que se conocieron: abrir una librería, lugar mágico donde, entre lecturas, prendió la chispa de su mutuo amor. Para ello se empeña en rehabilitar un viejo y emblemático local del pueblo, abandonado y ruinoso, para convertirlo en librería, con la confianza de que los vecinos, nada dados al hábito de la lectura, acabarán descubriendo la riqueza que encierran los libros. Contrata a una niña, Julie Christie, para que la ayude al salir de la escuela. Con tenacidad e inteligencia consigue que su empresa empiece a conocer el éxito y hasta que se formen colas de clientes para adquirir los libros que les ofrece. Pero frente a Florence surgen reticencias y, sobre todo, un poderoso enemigo, Mrs. Violet Gamart, que no puede consentir la bocanada de aire fresco que «La librería» representa, la apertura de la dormida sociedad del pueblo a la cultura, a los horizontes sin límites que encierran los distintos volúmenes que lucen en las estanterías del establecimiento. Otros personajes van también a crearle dificultades, como el siniestro periodista de la BBC Milo North, su propio abogado, el empleado del banco… Por el contrario, el taciturno señor Brandish, hombre de gran cultura y muy aficionado a los libros, que vive aislado en su caserón, se convertirá en su amigo y su aliado.

La película, adaptación de la novela homónima de Penélope Fitzgerald, es un canto de amor a los libros y a la lectura, personificado en la figura de la joven viuda Florence Green. Es posible que si nos limitáramos a seguir el hilo argumental, nos pareciera que la referencia a libros y autores se queda corta (prácticamente sólo se cita a Ray Bradbury y a Vladimir Nabokov). Pero Isabel Coixet ha sabido conferir una densidad humana a la trama que va mucho más allá que las concreciones. Un libro es una invitación a «leer, vivir la vida que otros soñaron», en palabras de Unamuno. Los buenos libros, como el cine de calidad, encierran experiencias de vida y, por tanto, son realidades abiertas, nudo de relaciones y fuente de posibilidades. Faherenheit 451 de Ray Bradbury propiamente no está en el fajo de papel con signos impresos en sus hojas. Pero cuando el lector se acerca al libro en actitud creativa, descifra los signos lingüísticos y deja que su imaginación capte su significado, es como si el libro despertara de su letargo y cobrará vida. La historia se hace real. En cierto modo el lector la está recreando. «Cuando leemos una historia, la habitamos», dice Christine, y continúa, recordando a Florence, «A ella, más que nada en el mundo, le encantaba el momento en que terminas un libro y la historia sigue vive en tu cabeza como un sueño real».

Abrir los ojos, la mente y el corazón a la lectura supone elevarse del plano de una existencia miope, monótona y sin horizontes, al nivel de la cultura y de los valores. Por eso los afanosos de poder, como Mrs. Violet Gamart, no lo pueden consentir, porque las personas que piensan por sí mismas ya no se dejan manipular. Así pues, para ellos, la cultura es peligrosa, hay que intentar por todos los medios adormecer la inteligencia, dar sucedáneos a la gente -en el film, el centro «cultural» que quieren montar- para impedir que experimenten la libertad interior de penetrar en el mundo de la belleza, la reflexión, la creatividad… y los dejen a ellos sin posibilidad de mantener su puesto privilegiado de dominio. En una escena estremecedora, aparecen uno a uno, los rostros amenazantes de sus antagonistas, enmarcados en su aureola de poder, dispuestos a destruirla.

Florence Green es una mujer de valores, vuela por encima de la mediocridad y la ignominia. Es valiente y luchadora -«Lo que más valoro en los seres humanos es la única virtud que comparten con los dioses y con los animales: el coraje. Usted, señora Green, posee esa cualidad en abundancia», le dice el señor Brandish-, pero no es testaruda, sabe reconocer cuándo la fuerza de la razón es vencida por la razón de la fuerza. Es dulce y bondadosa como para saber disculpar las debilidades y los errores y no responder jamás con vileza a las ofensas y los ataques perversos. Es un espíritu libre, se mueve por amor -al recuerdo de su marido, a las personas de su entorno, a los libros…-, siempre afectuosa y agradecida.

Además del trabajo excelente de los actores (inconmensurables Emily Mortimer, Bill Nighy y Patricia Clarkson), hay que destacar la música compuesta por Alfonso de Vilallonga, un auténtico regalo para el oído. Isabel Coixet nos ofrece una película excelente, que ofrece dos lecturas, una la trama argumental, realmente muy interesante, y otra que sería la metáfora de lo peligroso que resulta en nuestra sociedad actual no aceptar el pensamiento único, no seguir a pies juntillas lo «políticamente correcto». Aunque el final de la historia es un impulso al optimismo y, sobre todo, a tener el mismo valor que Florence Green en la asunción de los valores y en la defensa de la cultura y de la libertad de espíritu. El epílogo de la historia es la persona misma de Christine. Los valores no se enseñan como una teoría, sino que se transmiten porque ellos mismos se hacen valer. Florence irradiaba bondad y amor a los libros. La bajeza humana se reveló ante eso, pero la semilla del bien siempre acaba fructificando.