Una tarde, mucho después de terminar la consulta, Jenny Davin, una joven médico de familia, oye el timbre pero ya no abre la puerta. Al día siguiente se entera de que, poco después de esa hora, una mujer fue encontrada muerta cerca del dispensario. La víctima no puede ser identificada, nadie la conoce ni nadie ha reclamado el cadáver. Jenny se da cuenta también de que ese asunto no es una prioridad para la policía. Movida por los remordimientos por no haberla atendido, y en contra de las recomendaciones de los agentes, decide llevar a cabo su propia investigación para descubrir el nombre de la chica desconocida y que no sea enterrada anónimamente. Pero sorprendentemente se encuentra con reacciones agresivas por parte de testigos recalcitrantes. De modo que, además de muy complicada, la investigación resulta peligrosa para ella. Pero a Jenny no le falta coraje y nada conseguirá que ella se rinda. Con su aspecto de niña obstinada, la joven médico se entrega a la búsqueda de la verdad con la misma tenacidad y dedicación abnegada con la que atiende a los pacientes.

La doctora Davin parece tener bien embridados sus sentimientos frente al dolor y la enfermedad con los que debe lidiar constantemente. Es la enseñanza que intenta transmitire a su joven residente cuando éste se queda paralizado ante el ataque de epilepsia de un niño en la sala de espera: «Debes ser más fuerte que tus emociones si quieres cuidar bien a los pacientes». Sin embargo Jenny no es un personaje frío y duro. Con los enfermos es una mujer cercana, capaz de escucharlos y de tratarlos con ternura, incluso más allá de lo que serían sus obligaciones profesionales.

Como suele ser típico en las heroínas de los Dardenne, Jenny Davin lucha denodadamente por alcanzar un objetivo difícil. Rosetta, con todo en contra, estaba dispuesta a encontrar un trabajo; Samantha no quería abandonar a su suerte al niño de la bicicleta, a pesar de los problemas que le causaba; Sandra, durante dos días y una noche iba a intentar convencer a sus compañeros para que votaran por ella y pudiera mantener el empleo; Jenny quiere corregir su error, y si bien no puede ya hacer nada por salvar la vida a la chica desconocida, su propósito es devolverle la identidad.

La fuerte personalidad de Jenny bajo su aspecto aniñado y frágil, su incuestionable ética profesional, su compromiso personal con los pacientes, su actitud decidida para llegar a la verdad a pesar de amenazas y dificultades, para respetar la dignidad de una persona fallecida y desconocida, todo ello constituye un revulsivo para sus interlocutores, que acaban confesándole sus miserias. Así también ellos recobran la dignidad. Al hilo de la investigación «policial», convertida en una revisión moral de cada personaje, la película no deja de ascender en tensión dramática, con verdades que se van desvelando, hasta llegar a la revelación total, en una escena hermosísima, de un gran dramatismo, en la que se funden la vergüenza, la culpa y el arrepentimiento.

La chica desconocida es un drama realista con todos los elementos de un thriller: muerte, misterio, investigación, amenazas, suspense… Pero éstos no constituyen lo esencial del film, son sólo ingredientes de una trama humana mucho más profunda, que es la redención por la verdad, el arrepentimiento y el perdón. La película nos da que pensar sobre las consecuencias, incluso trágicas, de las palabras que no pronunciamos, y sobre los efectos reparadores de liberar lo que se nos ha quedado enquistado en el fondo del alma; sobre la indiferencia hacia el otro; sobre la mentira cómoda para sobrevivir sin problemas, y sobre la absoluta necesidad de verdad y autenticidad que tiene el hombre para no descentrarse de su eje como persona. Confesar por fin lo que, como el culpable de la película, no seríamos capaces de decir mirando a otro a los ojos tiene un efecto sanador. El arrepentimiento y el perdón devuelven la salud espiritual.

Los Dardenne dejan un margen al espectador para que interprete los silencios elocuentes sobre los personajes. A Jenny Davil la conocemos bien, pero en la película no aparece nada de su vida privada…

Adèle Haenel trabaja por primera vez con los Dardenne, y realiza una labor excelente dando vida a esa médico intrépida que acaba sacando a luz la verdad de la chica desconocida y la verdad de tantas personas atormentadas que, de un modo u otro, se relacionaron con ella. Por el contrario, la mayor parte de los actores de reparto son ya veteranos. También ellos están magníficos.

La chica desconocida es una película extraordinaria, bellísima en la forma y muy rica en el contenido. Alcanza un nivel de calidad que pocos cineastas pueden conseguir.