BANALIZACIÓN DEL ARTE
Anna Bronsky es una profesora de violín en un conservatorio. Es una buena docente, pero es una persona inestable y bastante desequilibrada. Está casada con Philippe Bronsky, un lutier, que la quiere, la cuida y la espera con una paciencia infinita. Tienen un hijo adolescente, Jonás, también estudiante de violín, en el mismo conservatorio donde enseña Anna, pero siente un auténtico rechazo por su madre, excesivamente perfeccionista, posesiva y exigente.
En contra de la opinión del resto del claustro, Anna consigue la admisión de Alexander, en quien cree detectar un especial talento para el violín. A partir de ese momento, se convierte en su profesora y se dedica plenamente a prepararlo para el examen de admisión, una audición que será, pues, decisiva para su posible carrera musical.
Cuando Anna falla durante un concierto en el que ella participaba a instancias de su amante, un colega del mismo conservatorio, sus demonios interiores la desquician todavía más. Focaliza en Alexander toda su frustración de persona enajenada, se proyecta a sí misma en él para vivir el éxito que es incapaz de alcanzar para sí, y lo lleva al límite del esfuerzo razonable.
El personaje de Anna Bronsky es el eje alrededor del cual se construye toda la trama. Su actitud es casi una metáfora de la sociedad actual: es incapaz de apreciar lo auténticamente valioso que tiene al alcance de su mano –el amor de su marido-, ni de asumir sus responsabilidades en ese nivel –atender al hijo con el cariño y la dedicación que necesitaría-, ni de corresponder mínimamente a esos dones –es infiel a su marido, con un hombre al que ni tan siquiera ama-. El magnífico trabajo de lutier de su esposo, imprescindible para que haya buenos instrumentos, no la conmueve en absoluto. Lograr el triunfo para Alexander supone que abandone todavía más a su hijo, y no parece importarle. En contraste con esa indiferencia hacia los valores de alto rango, lucha por el éxito a cualquier precio. No es una búsqueda de la excelencia en la interpretación por amor a la música. Es una lucha feroz por alcanzar el éxito.
Ina Weisse hace un trabajo extraordinario con la cámara, y mantiene el ritmo vivo y sin fisuras. Aunque el espectador no acabe de empatizar con los personajes ni de conectar con la historia, la tensión y el suspense no decaen ni por un momento. Nina Hoss, con una interpretación magistral, consigue dotar a su personaje de un cierto misterio con su inestabilidad emocional y no dejar que aparezca sencillamente como una mujer demenciada por su obsesión.
La película ha tenido sus defensores y sus detractores, pero no parece se le pueda augurar un gran éxito de público