Cine y Valores

Ida

Título original: 
Ida
Género: 
Puntuación: 
7

Average: 7 (1 vote)

Publico recomendado: 
Año: 
2013
Dirección: 
Distribuidora: 
Duración: 
80
Contenido formativo: 
Crítica: 

Polonia, 1962. Anna es una hermosa huérfana de 18 años, que se prepara para hacer sus votos como monja en el mismo convento en el que fue acogida en su infancia. Pero la madre superiora le manda que, antes de ese día, vaya a conocer a su único pariente, la tía Wanda, que rechazó hacerse cargo de ella cuando era pequeña y nunca ha querido saber nada de su sobrina, a pesar de los requerimientos de las religiosas. La joven novicia no tiene ningún interés por salir del convento y ni tan siquiera entiende los motivos de tan extraña orden. Sin embargo, por obediencia, acata la orden. Vestida con el hábito y con una pequeña maleta en la mano, emprende un viaje hacia lo desconocido, que acabará siendo iniciático para ella.
Las dos claves de comprensión de la historia de Anna son, por una parte, la decisión de la madre superiora de que vaya a conocer sus orígenes, y, por otra, la torpe pregunta de Wanda sobre qué sentido tienen los votos si no se conoce la alternativa.
Anna, siendo un bebé, fue entregada al orfanato del convento, donde fue bien atendida y educada. Pero sus raíces últimas no estaban allí, sus padres procedían de una cultura distinta y tuvieron que sufrir el desgarrón de desprenderse de su hijita, para que ésta pudiera salvar la vida. Es importante que la joven conozca sus orígenes, sepa quién es en relación a sus progenitores y a todo el legado cultural que le hubieran podido transmitir de no haberse disgregado la familia en tan terribles circunstancias. Solo con una visión completa de sí misma, su pertenencia de sangre y su educación en el convento, podrá afrontar con madurez las posibilidades de futuro y, por tanto, tomar decisiones bien fundamentadas en el presente.
Cuando la joven novicia asume sus raíces y averigua quién es, se abren ante ella diversas opciones de vida. No se precipita en la elección, sino que se deja una etapa de discernimiento, hasta tomar la resolución más valiosa para ella.
La película, en blanco y negro, presenta unas imágenes bellísimas, entre la luz y las sombras de la oscuridad, con alto poder simbólico de lo que sucede en los corazones de los personajes, y nos remite al mejor Ingmar Bergman, Carl Theodor Dreyer o Michael Haneke. Los rostros aparecen a veces como retratos del alma enmarcados por la cámara, más explícita que los mismos diálogos, suscitando la inquietud del espectador ante el misterio de lo profundo de la naturaleza humana. Se puede sacar la impresión de que Pawlikowski presenta al hombre como un ser solitario, totalmente aislado ante las dudas o el dolor. Pero no es así. El amor existe en el fondo de los corazones, los vínculos tejen toda una trama de relaciones personales, pero lo que se pone de relieve en el film es la responsabilidad de cada cual para elegir su camino, la libertad humana como el compromiso de optar: decidir la propia actitud vital, como Anna/Ida, o bien permanecer pasivo y dejarse aplastar por los acontecimientos, como Wanda.
Agata Trzebuchowska, como Anna, y Agata Kuleska en su papel de Wanda, con un trabajo excelente, encarnan a la perfección a sus personajes, capaces de presentar con el gesto más que con la palabra, el contraste entre la inocencia y la fe de la joven frente el amargo cinismo de quien nada espera de la vida. Se trata de la apertura a la trascendencia, que llena la vida de sentido y esperanza, frente al materialismo, que agosta todas las salidas y solo da opción al intento de olvido aturdiéndose con la entrega a sensaciones intensas o la destrucción final.
“Ida” es una auténtica joya de espiritualidad y una película de una belleza que deja sin aliento al espectador. Sin duda se trata de una de las grandes películas de este año. Un regalo para cinéfilos.