UNA LLAMADA INQUIETANTE

Asger Holm, un exoficial de policía con un pasado oscuro, ha sido relegado a operador del servicio de emergencias. En una estancia gris, con la luz fría de tubos de neón, varios policías atienden llamadas, con la mirada fija en la pantalla de su ordenador. Para Asger, es su último día en el puesto, antes de la celebración del juicio que podría cambiar el rumbo de su vida.

Pocos minutos antes de terminar su turno, recibe la llamada de una mujer aterrada. Cuando comprende que ha sido secuestrada, la línea se corta bruscamente. Asger se olvida de sí mismo, dispuesto a todo por salvar a esa voz en la noche. Comienzan entonces 80 minutos de una gran tensión, pese a que la cámara no dejará ni un solo momento esa oficina y el rostro de Asger Holm, pertrechado únicamente de unos auriculares, su tenacidad, su intuición y su capacidad de análisis y de imaginación para comprender lo que está sucediendo. En una lucha contra reloj, ese hombre atormentado tendrá que localizar a la mujer, descubrir al secuestrador y orientar a la policía para su liberación. Al hilo de las conversaciones entrecortadas con la víctima, Asger intentará recabar los datos necesarios para la operación policial, pero, al mismo tiempo, irán saliendo a luz sus propios demonios interiores. A medida que el personaje se sumerge en la historia de esa mujer desconocida, se ve interpelado por los conceptos del bien y del mal, con los límites, errores y horrores que pueden suponer cuando alguien debe decidir contra reloj, sin apenas espacio para la reflexión, en qué lado de la línea sitúa a unos y a otros -persona secuestrada y secuestrador-.

Al tiempo que la trama avanza y las piezas del imposible puzle encajan por fin, toda la historia cobra sentido. Pero lo que había permanecido oculto a la mirada del espectador no se desvela como un truco para la intriga, sino como el sentido profundo de la película. Por una parte sugiere la problemática de algunas circunstancias conflictivas en las relaciones humanas, la enorme dificultad de afrontarlas y las graves consecuencias de solucionarlas en falso. Pero, al mismo tiempo, explica el planteamiento impecable del guion, con un hilo argumental intrigante y perturbador, pero al servicio del tema profundo del film.  

The Guilty es un thriller policiaco de una gran simplicidad, que se dirige a la imaginación del espectador. Todo sucede fuera de campo, es en la mente donde se construye la película que no se ve. No provoca la tensión de modo abrupto, sino que la va suscitando poco a poco, hasta llegar al golpe de emoción final, tan brusco como sutil. El resultado es extraordinario.

El actor Jakob Cedergren lleva a cabo un trabajo magnífico. Se hace tan cercano que el espectador se identifica fácilmente con ese personaje permanentemente presente en la pantalla, cuya personalidad rezuma una gran humanidad, pero cuyos enigmáticos puntos oscuros contribuyen a la ambigüedad de la narración. Prácticamente él solo lleva todo el peso de la película -apenas si percibimos a sus compañeros en la sala-, interactuando telefónicamente con los demás personajes de la historia, que nosotros captamos no con la vista sino con la imaginación. La fotografía alterna algunos breves planos de conjunto de la estancia, que logran transmitir un ambiente claustrofóbico, con planos medios y primeros planos de Asger, con toda su carga dramática y psicológica. Apenas si hay música en la película, solo voces y sonidos que contribuyen también a crear una atmósfera inquietante y sobrecogesdor.

Impresionante opera prima del director y guionista Gustav Möller, una auténtica joyita del cine de intriga, que habría hecho las delicias del maestro Hitchcock y que constituye un regalo para el amante del género.