Cine y Valores

FLOW

Género: 
Puntuación: 
8

Average: 8 (1 vote)

Publico recomendado: 
País: 
Año: 
2014
Dirección: 
Fotografía: 
Música: 
Distribuidora: 
Duración: 
129
Valores: 
Contenido formativo: 
Crítica: 

Walter Mann va por fin a tener su gran oportunidad como protagonista de su propia obra de teatro. Antes del gran momento, está concentrado en su trabajo, nervioso pero lleno de ilusión. Su vida privada ha sido muy dolorosa. Jamás se sintió ni comprendido ni amado por su padre, que despreciaba su vocación a la escena. Tampoco su matrimonio ha sido feliz, y se lamenta de que su mujer no sea ni una esposa ni una madre ejemplar. Tiene una hija, Berta, a la que quiere con el alma pero con la que tampoco ha podido establecer una relación cercana a causa de su afición desmedida al alcohol. Justo en vísperas de su debut, cuando está a punto de alcanzar la meta por la que tanto ha luchado, su vida es alterada tan violentamente que todos sus planes saltan hechos añicos. A partir de entonces, empieza para él un camino de soledad, sufrimiento y degradación, en pugna consigo mismo, entre abandonarse a la desesperanza o el coraje de abrirse a la redención.

Bajo la línea argumental, como reflejado en un juego de espejos, aparece un tema de gran hondura, una mirada profunda al interior del hombre. Walter Mann –el ser humano– es poliédrico. Las distintas facetas de su personalidad cobran forma en la película y se imbrican con el personaje total que, a su vez, las encarna todas.

El director se luce con la cámara, que logra la máxima expresividad con el movimiento, las superposiciones de personajes, la luz, las sombras… Juan del Santo nos ofrece una interpretación magistral como cada uno de los personajes: esposo humillado y padre de Berta; Walter Mann, actor; John Merrick, el hombre elefante, que reivindica su derecho a ser tratado con la dignidad que le corresponde y no como un monstruo; Robert de Niro convertido en Al Capone; Marlon Brando o, casi mejor dicho, el mismo Vitor Corleone. Todos ellos aparecen como sombras y conciencia de sí mismo, poniendo voz a conflictos y encrucijadas que lo atenazan. Su aparición imprime intensidad y dramatismo a la narración, pero sin caer nunca en la exageración.

Del Santo conecta con el espectador, se hace creíble, conmueve y emociona. Los personajes, a los que se oye pero no se llegan a ver, resultan cercanos y familiares, como si realmente estuvieran presentes en la escena. Muy acertado el que haya voces tan reconocibles como las de Concha Velasco, Emilio Gutiérrez Caba y Lluis Homar, entre otras. La música y las canciones apropiadas. Berta Solanas cumple bien.

«Flow» es una historia humana que nos habla del hombre como protagonista de su propia biografía, de las relaciones familiares, la soledad, la destrucción personal y el poder sanador del perdón, la necesidad de saber perdonar y perdonarse. Antes de salir a escena, el actor coge un rosario, lo besa y lo introduce en su bolsillo. Sin embargo no es una película religiosa, no habla de Dios sino del hombre. El gesto con el rosario no se entiende sin el simbolismo de la luz final en el valle de Pineta, el refugio para el hombre herido. Es una mirada hacia lo alto, una apertura a la inmensidad de la trascendencia, sin la cual no es posible que el hombre se abarque y se comprenda a sí mismo.

En «Flow» no hay efectos especiales (si exceptuamos una curiosa animación de plastilina), ni escenas trepidantes y espectaculares. Sólo un magnífico director, un excelente actor ante la cámara y un muy buen guion de amor, dolor y perdón. El resultado, una buena película que deleita, da que pensar e invita a la reflexión. Nadie debería perdérsela.