EL MISTERIO DE LA SILLA VACÍA
Un nuevo caso del Departamento Q. En las obras de rehabilitación de un viejo apartamento, dos obreros derriban una pared falsa y se encuentran con un espectáculo espeluznante: tres cadáveres momificados y un asiento vacío alrededor de una mesa. ¿Quiénes son los muertos? ¿A quién correspondería la cuarta silla? ¿Por qué se ha descubierto ahora? El caso es encomendado al Detective Superintendente Carl Mørck y a su asistente Assad -quien, por cierto, acaba de ser ascendido y está a punto de abandonar la unidad-. La investigación les va llevando hasta una institución para chicas problemáticas en la isla de Sprogø, donde tuvieron lugar actuaciones médicas de esterilización forzada. Aunque el centro ya no existe y el caso de los horrores de Sprogø se cerró hace tiempo en Dinamarca, hay indicios que permiten sospechar que ese grupo de ideología nazi continúa todavía en la clandestinidad con sus horribles prácticas. El encuentro de los cadáveres y el enigmático asiento vacío puede no haber sido fruto de la casualidad.
Cuarta adaptación de la serie de novelas policiacas de Jussi Adler-Olsen, con el mismo tándem de policías como protagonistas, Carl Mørck, aparentemente frío como un témpano, pero, en realidad, solo incapaz de expresar sus sentimientos y sus emociones; frente a él, Assad, de origen árabe, impulsivo y afectuoso. Como un puente entre ambos, Rose, su ayudante. En esta ocasión, solo tienen una semana para trabajar juntos en el caso de los cadáveres emparedados, antes de que Assad se incorpore a su nuevo cargo. Solo siete días. Esto significa un ritmo de vértigo en la investigación.
Fares Fares y Nikolaj Lie Kaas están ya tan perfectamente identificados con los dos policías del Departamento Q, que se diría que se han difuminado los límites entre actor y personaje. Christoffer Boe -por primera vez al frente de un episodio de la serie- mantiene la cámara con buen pulso incluso en escenas tan intensas que dejan al espectador sin aliento, como cuando los dos policías son atacados a bordo de su automóvil. Tal vez se le podría achacar que en el desenlace decae un poco de nivel, pero vista en conjunto, es una buena película que hará las delicias de los amantes del género.
Bajo un relato de intriga y de acción trepidante, la trama tiene un contenido humano muy interesante y aleccionador. Muestra al ser humano ensoberbecido, capaz de erigirse a sí mismo en «súper-hombre», autorizado para decidir sobre la vida de los demás, aprovechándose de su desvalimiento. El desprecio por el hombre, esos quirófanos de la muerte, prácticas eugenésicas, abortos, esterilizaciones, abusos… nos erizan el pelo, y nos hacen preguntarnos cómo es posible que una persona pueda llegar a enceguecer de tal modo para no saber distinguir el bien del mal y sentirse un ser superior con derecho a decidir sobre la vida y la muerte de los demás. Pero también nos invita a mirar hacia nuestro entorno más cercano, a una sociedad que también se cree con derecho a las mismas prácticas de eliminación de los que no pueden defenderse, no nacidos, enfermos y ancianos. Da que pensar.
Un thriller muy entretenido, cargado de adrenalina, que mantiene al espectador en tensión de principio a fin.