La película está basada en hechos reales acaecidos en 1972 y narra el caso de Bobby Fischer, el prodigio norteamericano del ajedrez, quien, en plena guerra fría, se empeñó en vencer a los rusos y convertirse así en el campeón mundial más joven de la historia. Pero, en otro nivel, el duelo entre Bobby Fischer y Boris Spassky, que ostentaba el título en ese momento, representaba, para sus conciudadanos, la carrera por la supremacía entre la Unión Soviética y los EE.UU., hasta el punto que el enfrentamiento entre ambos ajedrecistas captó la atención televisada de todo el mundo.
Edward Zwick consigue apasionar con las partidas de ajedrez, incluso a los espectadores que no conocen las reglas de ese juego, porque sobre el tablero se están enfrentando, al mismo tiempo que las piezas, las dos potencias rivales. El director transmite también con precisión la angustia del joven Fischer, que se ha convertido en estandarte de los americanos, que anhelan recuperar la hegemonía en el juego de ajedrez para mostrar al mundo la primacía de su sistema político y económico sobre el del adversario.
Sin embargo Bobby Fischer es un enfermo mental en el que se difuminan los límites entre genio y locura, y que necesitaría urgente tratamiento psiquiátrico. Es un ser humano al borde de la destrucción personal, pero se ha convertido en el emblema norteamericano de la lucha contra el comunismo y no puede abandonar, no hay tiempo para que se ocupen de él, de su propia salud. El campeonato debe continuar aun en detrimento de su inexorable quebranto mental. De ahí el título original de la película, “Pawn Sacrifice”, “El sacrificio del peón”. Fischer es el peón al que van a sacrificar sin compasión, con tal de conseguir el jaque mate final.
En la película, Bobby Fischer, magistralmente interpretado por Tobey Maguire, es prácticamente el único personaje suficientemente desarrollado. Todos los demás son secundarios sin entidad, lo cual deja el drama psicológico sin interlocutor que nos ofrezca otro punto de vista para poder profundizar en él. Sólo el sacerdote parece tener algún vínculo de entendimiento con Bobby. Es un gran ajedrecista y es capaz de comprender las estrategias del jugador, por otra parte es el único que no tiene intereses creados, sin embargo, aunque es un hombre bueno, no parece tampoco calibrar a fondo la gravedad de la patología de Bobby.
Tal vez por la soledad del protagonista, centro alrededor del cual giran unos personajes desdibujados, el final de la historia resulta brusco y desencarnado. Pero, en conjunto, es una buena película.