Cine y Valores

El capitán

Título original: 
Der Hauptmann
Género: 
Puntuación: 
7

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Publico recomendado: 
País: 
Año: 
2017
Dirección: 
Fotografía: 
Distribuidora: 
Duración: 
118
Crítica: 

EL INFIERNO SON LOS OTROS

1945. Los últimos momentos de la II Guerra Mundial. El caos se extiende por Alemania y el ejército del tercer Reich empieza a desmoronarse. En su huida, un soldado desertor, Willi Herold, encuentra una cesta con comida y el uniforme de un capitán en un coche abandonado y cambia sus harapos por el impecable uniforme del oficial. Poco después se encuentra con un soldado que ha perdido su unidad y se pone a sus órdenes como superior. Otros soldados perdidos se les unen y juntos forman el «Comando Herold», para apoyar al capitán en la misión secreta que, según afirma, le ha asignado directamente el mismo Führer. Alguno de estos soldados no cree en la pantomima y reconoce perfectamente en Willi Herold a un usurpador, pero le conviene más callar. Lo único que importa es sobrevivir, la verdad no interesa a nadie.

El hombre hambriento y asustado que hace poco corría campo a través huyendo del horror que lo perseguía, convertido ahora en capitán, aunque sea por obra de un uniforme robado, se transforma en un ser implacable, de una crueldad sin límites. El rostro de Max Hubacher, quien realiza un trabajo magistral, muestra ese cambio, del miedo y el desvalimiento a la soberbia y el sadismo, sin necesidad de palabras. Su modo de actuar es tan brutal, castiga y mata sin razón y con tal ferocidad, que incluso los oficiales alemanes del campo de prisioneros se sobrecogen. Sin embargo, nadie tiene el coraje de parar esa orgía de violencia y sangre, nadie se atreve a contravenir las decisiones de un hombre que ha recibido instrucciones del mismo Führer.

Para que quede claro que esa furia de crueldad no fue solo el caso aislado de un psicópata, Schwentke presenta también la violencia irracional que reinaba en los campos de prisioneros. Todos eran soldados alemanes, víctimas y verdugos, pero el que ostentaba un cierto poder en ese momento, lo ejercía ensañándose despiadadamente con el más débil. No para castigar algún delito, solo por el impulso perverso del vértigo del poder y la crueldad.

Los actores lo hacen muy bien y Schwentke nos ofrece una película magníficamente filmada. Rodada en un blanco y negro tan profundo y frío como el abismo de maldad en el que va a sumergir al espectador durante dos horas, sin ningún resquicio para la esperanza.

Lo más estremecedor de la película es que está inspirada en la historia real de un desertor alemán. Pero, aunque narra hechos que sucedieron realmente en 1945, el auténtico protagonista es el hombre, el ser humano, dominado por el vértigo de poder. ¿Qué fue lo que llevó a Herold a comportarse con tal inhumanidad?, ¿la oportunidad?, ¿el traje de oficial que le incitó a repetir lo que él mismo había sufrido? ¿Cómo podría un hombre -cualquiera de nosotros- llegar a reaccionar si se le ofreciera la posibilidad de un poder omnímodo? El personaje de Herold no es un mal sueño de la historia de Alemania, no es una pesadilla de la que el mundo ya ha despertado. En la escena final, Schwentke actualiza el tiempo, el pasado es presente, porque no hace falta llevar un brazalete con la cruz gamada para que podamos reconocer hoy día, entre nosotros, la ferocidad de los nacionalismos y la xenofobia. ¿Estamos acaso condenados a repetir la historia?