HABÍA UNA VEZ UN MAESTRO QUE NO SABÍA EDUCAR
François Foucault es profesor de literatura en el prestigioso «Lycée Henri IV» de París. Es muy exigente con sus alumnos, pues entiende que, en ese ambiente de élite intelectual, no hay lugar para la mediocridad. Desde su ámbito privilegiado de trabajo en un instituto de tanto nivel, se permite opinar sobre el funcionamiento de los centros educativos de la periferia, achacando el fracaso escolar a la bisoñez de los docentes. Tras un divertido malentendido, no puede negarse a ser enviado él mismo a uno de esos institutos, en comisión de servicio durante un año, con el fin de analizar la realidad in situ y elaborar un informe para el Ministerio de educación.
Una vez incorporado a su nuevo puesto, comprueba que las cosas no son tan sencillas como él creía. Su transformación radical, tanto en el ámbito profesional como en el personal, es el tema de la película, cómo va revisando sus prejuicios y su método pedagógico -acción-reacción-, hasta entender que, con chicos tan complicados, la transmisión de cultura no puede separarse de la formación humana y ésta no es posible si no se da un encuentro personal entre el maestro y el alumno.
El film tiene el gran mérito de no caer en la caricatura -cosa fácil en cuanto se hacen intervenir personajes que proceden del mundo de la marginalidad-, y de no pretender simular la forma de un falso documental para intentar dar más realismo al conflicto, teniendo en cuenta además que Olivier Ayache-Vidal es un especialista del género documental. La película está bien realizada, aunque se nota un poco su falta de experiencia como guionista de historias humanas, y a los personajes les falta entidad. Los temas humanos y pedagógicos que plantea son de gran interés, si bien les falta profundidad, aparecen como vistos desde fuera, por alguien que no conociera ni el mundo de las aulas ni el ambiente de las salas de profesores. Desde luego no admite la comparación con otras películas del género, como La profesora de historia de Marie-Castille Mention-Schaar (2014). Pero, aun con esas limitaciones, la cinta es muy grata de ver y puede dar pie a un interesante diálogo sobre el ámbito de la escuela con alumnos conflictivos.