La guerra civil en Sri Lanka está a punto de terminar. Dheepan decide huir a Europa con una mujer, Yalini, y una niña, Illyaal. Entre ellos no hay ninguna relación, ni tan siquiera se conocían previamente, pero fingen que son una familia para poder obtener asilo político. Al llegar a París, se ven obligados a pasar por distintos hogares de acogida hasta que Dheepan consigue trabajo como portero en un edificio de los suburbios y, poco a poco la vida “familiar” se organiza. Él intenta con todas sus fuerzas integrarse, aunque desconoce totalmente la lengua, Illyaal se esfuerza en la escuela y Yalini, la falsa esposa, trabaja de asistenta y cuidadora de un anciano demenciado. Pero, cuando pensaban que empezaba para ellos una vida nueva después de haber dejado atrás los horrores de la guerra, se encuentran con otra no menos cruel violencia, la del barrio controlado por los traficantes de droga. Yalini sueña con huir sola a Inglaterra, mientras Dheepan piensa en proteger su hogar y en que algún día lleguen a ser una auténtica familia.
Es un tema duro, porque vemos los intentos desesperados por escapar del ámbito de la guerra para poder llevar una vida honrada y digna. Sin embargo Dheepan y su “familia” están atrapados por una violencia recurrente de la que no consiguen zafarse. Esta tensa situación hace mella en sus relaciones, porque la presión es tal que no logran crear entre ellos el encuentro humano que les daría energías para continuar.
En esa atmósfera densa en la que se ven inmersos, en la que lo único que importa es el poder y el dinero y la vida humana parece no tener valor, la ternura no deja de aflorar por todos los resquicios. En los violentos, que no dudan en segar vidas con tal de mantener su macabro negocio, aparece la nostalgia por las relaciones humanas desinteresadas y confiadas, por la paz interior de la vida sencilla del que ama y es amado. El jefe supremo de la banda añora una relación con alguien limpio como Yalini, agradece su comida hogareña y se interesa, con una cierta amargura, por el amor tranquilo de Yalini y su marido.
Con todas las vicisitudes que tiene que sufrir la “familia”, la película resulta muy interesante y logra mantener en vilo al espectador hasta llegar al desenlace final. Pero lo que resulta realmente conmovedor es ver a un hombre al que las circunstancias y personas concretas han rebajado de nivel hasta el punto de que su propia supervivencia está en peligro, que en lugar de amilanarse, conserva el valor y la energía interior para no cejar en sus esfuerzos ímprobos por recobrar la dignidad y un horizonte en la vida para él y su familia. Es un ejemplo de coraje, tenacidad y defensa de la familia.