DESTROYED O DESTROYER. ESA ES LA CUESTIÓN.
Tiempo atrás, Erin Bell, detective del Departamento de policía de Los Ángeles, estuvo infiltrada en una peligrosa banda del desierto de California. La misión se saldó con consecuencias terribles para su estabilidad emocional. Ella cree que lo ha superado, pero en realidad no es ni la sombra de lo que fue, está rota por dentro, bebe demasiado y las relaciones con su hija adolescente no pueden ser peores. Cuando tiene noticia de que Silas, el jefe de la banda, ha vuelto, Erin debe tener el coraje de hurgar en el pasado y afrontar sus demonios interiores para poder, por fin, ajustar cuentas, reconciliarse consigo misma y encontrar la paz. La historia se desarrolla en dos épocas: la actual, cuando Erin lleva a cabo la investigación para localizar al antiguo jefe de la banda, y la del pasado, 17 años atrás, cuando ella y su compañero Chris eran agentes encubiertos.
Después de unos años de silencio, Karyn Kusama, regresó a las pantallas con La invitación, un siniestro thriller alrededor de una secta y una cena entre amigos, con una asfixiante sensación de claustrofobia teñida de terror. Pero, más allá del argumento inquietante, la película era una reflexión sobre el rechazo del sufrimiento, la muerte y la frustración. Con los mismos guionistas, Phil Hay, Matt Manfredi, la cineasta nos ofrece de nuevo un thriller perturbador, con el que vuelve a adentrarnos en lo más recóndito de los sentimientos de naufragio y desamparo del ser humano, en este caso de una mujer que no ha sabido asumir ni perdonarse sus errores y anda a la deriva, arrastrando un pasado que la ha destruido y al que no ve más salida que la destrucción. Pero destroyed y destroyer (destruido / destructor) no es desde luego una alternativa válida ni un complemento lógico. La relación con su hija Shelby, con la vida y consigo misma no pueden reconstruirse con venganza y muerte sino con amor y vida.
La transformación de Nicole Kidman es espectacular. Prácticamente irreconocible en su personaje de Erin, con aspecto enfermizo por su extrema delgadez, con voz debilitada, deambulando como un zombi, prácticamente encapsulada en su angustiosa soledad y perdida en su deriva existencial. Pero más allá de esa espectacular metamorfosis física, la actriz nos ofrece una de sus mejores actuaciones, dotando a su personaje, destruido psíquica y físicamente, de una tal carga de humanidad, que el espectador no puede por menos de empatizar con él y compartir su dolorosa angustia.
No caben más que alabanzas hacia el espléndido trabajo de Kidman -tan bueno que corre el riesgo de absorber todos los méritos de Destroyer-, pero no por ello deben olvidarse el valor del libreto y de la factura del film. Es una buena película. Sin embargo la atmósfera tan sombría que crea Kusama para narrar esta historia resulta fría y cortante como una lámina de acero y no la hace apta para todos los paladares.