IN VINO VERITAS
En un pueblo de Palencia fallece de parto la esposa del joven Mauro Larrea. Solo con sus hijos, Marianita, muy pequeña todavía, y Nicolás, recién nacido, Mauro decide dar el salto a México, donde, según ha oído, la vida ofrece oportunidades a quien las busca. Con mucho trabajo, mucho esfuerzo y grandes dosis de osadía, logra hacerse rico y ofrecerles una buena situación económica y social a sus hijos. Pero, justamente cuando ambos están a punto de celebrar dos matrimonios ventajosos, un golpe desafortunado da al traste con la fortuna de los Larrea. Ante Mauro, solo dos opciones: o se rinde o vuelve a empezar con el mismo coraje de su juventud.
Por otro lado, en Jerez, el abuelo de los Montalvo lleva con pulso firme “La Templanza”, su gran empresa de vinos, viñedos, bodegas y comercialización. No hay generación intermedia, solo abuelo y nietos. El viejo Matías Montalvo decide sobre las vidas de todos los miembros de la familia en función de las conveniencias para el esplendor de La Templanza, sin importarle las pequeñas historias de amor ni las aspiraciones de sus nietos.
Soledad Montalvo, enamorada de su primo Gustavo Zayas, ve truncados todos sus sueños de felicidad, al ser obligada a casarse con un ilustre cliente británico, Edward Claydon, mucho mayor que ella, viudo y con un hijo de diecisiete años, enormemente conflictivo. El tiempo, tres hijas en común y el cariño de su marido, acaban dando calma y estabilidad a su vida. Sin embargo, una enfermedad mental hereditaria acaba afectando a Claydon, circunstancia que aprovecha el perverso de su hijo para intentar hacerse con toda la empresa y la fortuna de su padre. A 
Soledad le corresponderá defender los intereses de sus hijas y proteger a su marido, en un tiempo y unas circunstancias en que difícilmente se aceptaba a la mujer en el ámbito de los negocios.
La serie está basada en la novela del mismo nombre de María Dueñas, y, como ya sucediera con El tiempo entre costuras, atrapa al espectador y no defrauda a quien hubiera leído la obra. Susana López Rubio y Javier Holgado adaptan la trama con libertad, aunque sin dejar de ser fieles a la idea original, incluyendo en la historia giros y más giros, que logran mantener el interés, la intriga y la tensión a lo largo de los diez capítulos.
La reconstrucción histórica y la ambientación –vestuarios, decorados y paisajes– están muy logradas y el trabajo actoral es impecable. Por supuesto Emilio Gutiérrez Caba está soberbio como el anciano empresario vinatero jerezano para quien la empresa familiar La Templanza es su gran amor y la razón de su vida. No es un avaro, no está dedicado a obtener beneficios por afán de dinero, su objetivo es única y exclusivamente la grandeza de La Templanza. Los protagonistas, Leonor Watling y Rafael Novoa, hacen un trabajo encomiable, y todo el elenco de secundarios saben estar a la altura. Entre ellos cabe destacar a Raúl Briones, en estado de gracia en el personaje del indio mexicano Santos Huesos. Una auténtica delicia.
La serie habla de ambición, egoísmo y crueldad, pero también de la necesidad de no rendirse ante la adversidad ni ante la fuerza arrolladora del mal. Y habla de valores como el amor filial, la amistad y la fidelidad. No hay moralinas, pero sí un sentido ético muy claro, porque «hay líneas que no se deben nunca rebasar».