En la Polonia de los años 30… «Érase una vez un chico, Leo, que amaba a una chica, Alma. Le prometió que la haría reír toda la vida…». Unos años después, la guerra los separó. Alma pudo huir a Nueva York, mientras Leo luchaba por sobrevivir con el objetivo de poder encontrarla algún día y cumplir su promesa de llenarle la vida de risas, poemas y amor.
Salto en el tiempo y en el espacio hasta Nueva York, s. XXI. Una adolescente llena de pasión y de imaginación está descubriendo las emociones y las incertidumbres del primer amor. También se llama Alma. Al otro lado de la ciudad, en Chinatown, Leo, un anciano inmigrante judío polaco, vive con el recuerdo del gran amor de su vida. Pese a su dolorosa historia, su vida transcurre apaciblemente gracias a su agitada relación con su mejor amigo, Bruno. Nada parece vincular a Leo, el viejo gruñón, con la joven Alma. Y sin embargo, desde la Polonia de los años 30 hasta el Central Park de la actualidad, el manuscrito de un libro llamado La historia del amor ha viajado a través del tiempo hasta acabar uniendo sus destinos.
Adaptación del libro de la escritora Nicole Krauss, a cargo del rumano Radu Mihaileanu, que ya nos había ofrecido buenas películas sobre conflictos humanos en circunstancias históricas convulsas, como Vete y vive o El concierto. La película arranca con un plano secuencia que va pasando de una amplia vista aérea hasta pequeños detalles de la tierra firme, de la tristeza de un paisaje desolado por la guerra a un cuadro radiante, de un blanco y negro sombrío al color rutilante, con una voz en off que empieza a narrar, en tono de cuento, una antigua historia de amor. El movimiento de la cámara se detiene por fin cuando aparece el título de la película. Lo que sigue a continuación es un viaje romántico a través del tiempo, en busca del amor perdido o del primer amor, por caminos tortuosos en los que se cruzan varias historias, se salta de una época a otra, de un Alma a otra hasta crear una cierta confusión. No es tarea fácil reunir las épocas, las generaciones, los destinos, en suma, varias pequeñas historias en una gran historia. El resultado es una trama excesivamente compleja y bastante confusa. El espectador se pierde tratando de encajar todas las piezas de ese puzle en el que todo está interrelacionado, pero con vínculos muy forzados por extrañas casualidades. Parece más propio de una serie para televisión que de un único film. Sin embargo, y a pesar de sus defectos, es una preciosa historia de amor y literatura.