Claus Michael Pedersen es el comandante de una compañía danesa estacionada en Afganistán para ayudar a los civiles a reconstruir el país frente a los talibanes. En el curso de una misión, un soldado cae por la explosión de una mina personal y cunde el desánimo entre los compañeros. Para restablecer la moral, Pedersen decide salir en adelante con sus hombres, en lugar de quedarse en el puesto de mando. En una ocasión, sufren un terrible ataque con fuego a discreción por todas partes y uno de sus soldados cae gravemente herido. El helicóptero para evacuarlo no puede llegar por el fuego enemigo y Claus, urgido por las circunstancias, toma una decisión que tendrá consecuencias tan graves como inesperadas.

En el mismo inicio de la película, ya la primera secuencia nos introduce de golpe en la violencia de la guerra de Afganistán, con la explosión de una mina y, seguidamente, conocemos al comandante, preocupado por la situación de sus soldados. La trama se desarrolla en dos partes bien distintas y delimitadas, una en Afganistán, la otra en Dinamarca. En la primera parte, a Pedersen le corresponde tomar las decisiones y dar las órdenes para el cumplimiento de la misión de la compañía, y, al mismo tiempo, cuidar de sus hombres. En la segunda parte, deja de ser él quien decide, se convierte en un ser pasivo, objeto de acusaciones, que es juzgado por sus faltas o errores, de cuyas consecuencias debe rendir cuentas. En paralelo, Lindholm se centra en el aspecto humano del oficial. Mientras él está en el frente, nos muestra a su esposa haciendo lo que puede para atender y educar ella sola a sus tres hijos que tanto echan de menos a su padre. Luego, en la segunda parte, al regreso de Claus, vemos cómo la pareja se une todavía más para hacer frente a las dificultades.

Las dos líneas argumentales -ejército y familia-, íntimamente entrelazadas, avanzan al mismo ritmo dando unidad de sentido a los dilemas morales que surgen irremisiblemente en un conflicto bélico, cuando los responsables de las decisiones son hombres íntegros, llenos de buena voluntad, pero también sujetos a errores o, por lo menos, responsables de situaciones controvertidas. Y Lindholm deja para la reflexión del espectador el tema de la diferencia entre juzgar una acción ya resuelta, desde la lejanía de un despacho, con un código de leyes en la mano, o bien estar en el campo de batalla, con la urgencia de una situación dilemática en la que se debe tomar una decisión en décimas de segundo, sabiendo que de ella dependen vidas humanas y el éxito o fracaso de un conflicto militar.

Pilou Asbæk, el protagonista está muy convincente como el buen padre de familia y buen soldado, atrapado en un conflicto que lo desborda. El resto de los actores llevan todos a cabo un buen trabajo. Tobias Lindholm, director y guionista, sabe bien tensar los cables del suspense y va dejando en el espectador muchos interrogantes éticos sobre los que reflexionar.