Un joven médico portugués recién casado, soldado durante la guerra colonial en Angola entre 1971 y 1973, escribe 280 cartas de amor poéticas, sensuales y apasionadas, a María José, su adorada esposa, su «precioso tesoro», su «hermosa corola dorada», a la que ama «hasta el fin del mundo”. Esas «cartas de la guerra» que dan título a la película son, ante todo, las cartas de un amor loco. A cuanto más describe el horror en el que está inmerso, jugando con la muerte frente a un enemigo invisible pero siempre amenazante, más exalta la belleza y la fecundidad de la mujer querida, que alberga una promesa de vida en su vientre. Y a cuanto más sufre el sinsentido de una guerra absurda y sin salida, más sueña con reunirse con su amada, fundirse con ella hasta morir juntos en el mismo lecho.
Ese hombre, que se está iniciando como escritor, es António Lobo Antunes, cuyas cartas publicadas en 2005 por sus hijas constituyen la inspiración de Ivo Ferreira para esta película. En esos años en Angola, escribió su primera novela, Memoria de elefante. La guerra, a sangre y fuego, hizo de él un amante apasionado y un escritor apasionado. Pero la guerra terminó en 1974 y el matrimonio de António y Maria José se rompió en 1979. Pero eso forma parte de la biografía de Lobo Antunes, no de la línea argumental de la película.
La narración tiene dos hilos conductores que avanzan al mismo ritmo, íntimamente entrelazados aunque sin confundirse: el dolor de la guerra y el dolor de la separación. Ambos confluyen en el personaje de António, que va sufriendo un proceso de maduración que lo lleva hasta el mismo umbral de la destrucción personal. Ivo Ferreira filma el infierno en el que vive el protagonista mientras la voz en off de María José lee, en Lisboa, las cartas de amor. Apenas hay combates en la pantalla, pero la tragedia de la guerra con su carga de muerte está dramáticamente sugerida en los soldados que fabrican cajas de muerto, en los perros que son sacrificados, en los heridos que agonizan en el hospital.
La esposa es un personaje casi invisible, las pocas imágenes que vemos de ella son proyecciones de la imaginación y los sueños de António. Sin embargo está presente a la largo de toda la historia no como un ser fantasmagórico, sino como alguien muy real que interactúa con su marido, aunque no veamos ningún vínculo simultáneo entre los dos y toda la relación sea epistolar.
Ivo Ferreira se ha arriesgado a llevar al cine la autobiografía de Lobo Antunes en forma de cartas, y ha logrado una obra excepcional, en un blanco y negro maravilloso, que nos recuerda otra joya portuguesa, Tabú, de Miguel Gomes (http://cineyvalores.fundacionlopezquintas.org/node/1803). La fotografía y la banda sonora son de una gran belleza, y los silencios, caja de resonancia de las palabras vivas que vuelan de Angola a Lisboa, conmueven hasta lo más profundo.
Un film poético y contemplativo para deleite de los amantes del buen cine.