Cine y Valores

Tabú

Título original: 
Tabu
Género: 
Puntuación: 
8

Average: 8 (1 vote)

Publico recomendado: 
Año: 
2012
Dirección: 
Fotografía: 
Música: 
Distribuidora: 
Duración: 
110
Contenido formativo: 
Crítica: 

Lisboa, diciembre de 2010. Pilar, una mujer madura, profundamente creyente y comprometida con hacer el bien a los demás, está preocupada por su vecina, Aurora, una anciana pintoresca y con la cabeza no poco alterada, que vive al cuidado de Santa, una silenciosa negra de Cabo Verde. Aurora cae gravemente enferma y esta circunstancia será la ocasión de que conozcamos su vida pasada, cuando vivía en una granja de su propiedad en África, donde se casó y vivió una apasionante relación adúltera.
Miguel Gomes nos brinda una experiencia estética fascinante en blanco y negro. La ausencia de color y la belleza de la fotografía nos sumergen en un mundo tal vez simbólico, tal vez onírico, donde las pasiones destruyen la vida pero dejan siempre un imperecedero poso de melancólica nostalgia por el amor perdido.
La película consta de dos partes bien diferenciadas. En la primera, la protagonista es Pilar, una mujer sola que se nutre en la fe y la oración y encuentra el sentido de la vida en la entrega a los demás. En la segunda, Gian Luca Ventura, ya anciano narra la historia de amor y muerte de Aurora –la anciana vecina de Pilar–. Sus recuerdos aparecen en escena como película medio-sonora (se oye la voz en off de Ventura, el ruido ambiente de las escenas y la música), medio-muda (vemos como hablan los personajes, pero nunca les oímos).
El título es ambivalente. Por una parte tiene algo de tributo a la otra Tabú, de Friedrich Wilheim Murnau, pero, además, Gomes juega con el término. Tabú es el nombre del monte –trasladado a África desde la Polinesia–, a cuyo pie se desarrolla el drama de la historia de Aurora, y que nos remite al concepto de “tabú” en las religiones polinésicas, cuya infracción implicaba el desencadenamiento de fuerzas mágicas destructivas por violación de lo sagrado. En la película, el “tabú”, lo sagrado, es el ámbito de la maternidad, la gestación del hijo del marido legítimo, profanada por el amor prohibido. Así, la película es la historia de un romance apasionado, capaz de violar lo sagrado, y que es castigado por los dioses.
La clave de comprensión de toda la historia, nos la ofrece, al principio, una breve proyección a la que asiste Pilar emocionada, en cine mudo, con una voz en off que explica lo que sucede en la pantalla, con el suave sonido de fondo de un piano. Es como una leyenda surgida de una antigua memoria colectiva: Un explorador blanco en un país de África, herido por una infinita pena de amor, decide suicidarse arrojándose al río de los cocodrilos, pues no es capaz de vivir sin su amada. Después, vemos el espectro de la amada junto al cocodrilo inmóvil y melancólico. El cocodrilo se convierte en símbolo de la nostalgia de los personajes y, tal vez, de todo hombre, por el amor perdido. El cocodrilo es la fuerza oculta de la pasión que nunca llega a ser totalmente dominada. Se lo recluye en un estanque, pero en el descuido de la noche, cuando todos duermen, se libera, como los sueños, y va hacia el amado, en busca del amor prohibido e imposible. Y quizá sea justamente eso lo que mantiene al espectador fijo en la butaca, identificado con melancólicas añoranzas dormidas en el fondo del alma.
En la película hay una mirada profunda que capta la hondura de las pasiones humanas, pero no hay justificación ni visión moralizante respecto de su comportamiento, describe sin juzgar y muestra el castigo sin ejemplarizar. Gian Luca y Aurora se dejan arrastrar por la fuerza de la pasión, pero reconocen su culpa y asumen las irremediables consecuencias, el “castigo de los dioses”. Sin embargo, la mera visión de la lógica interna de la destrucción personal de quien no respeta “lo sagrado” del hombre resulta, en sí misma, aleccionadora.
Película excelente, una auténtica obra de arte para deleite de los cinéfilos.