Tom, su esposa Julia embarazada, sus dos hijos Lison y Noé, y Ben, el padre de Tom, que se les ha unido en el último momento, empiezan sus vacaciones de verano. Abandonan París camino de la playa, a bordo del flamante monovolumen Medusa, totalmente informatizado, que estrenan justamente para el viaje. Tom, orgulloso de su coche, coloca el regulador de velocidad a 130km/h, por una autopista cargada de tráfico. Cuando Julia llega al límite de su resistencia por las excentricidades de su suegro y le pide a su marido que dé la vuelta para dejarla en su casa, Tom comprueba horrorizado que el sistema informático no responde, no puede parar, ni tan siquiera aminorar la velocidad y sólo le queda el control del volante. Cinco (más uno) pasajeros a bordo de un vehículo lanzado a toda velocidad, sin capacidad de frenar y con la perspectiva de un embotellamiento a una distancia de menos de 200 km.
Desde el principio todo resulta excesivamente extremoso, con unos personajes esperpénticos y un humor poco o nada ingenioso. José García parece sentirse a gusto en ese tipo de papel, tan exagerado que llega a lo ridículo. Caroline Vigneaux, en un rol anodino, no consigue compensar el histrionismo de su «marido». También el personaje del abuelo, a pesar de un actor de la talla de André Dussolier, resulta artificial y cansino. A su vez, los agentes de policía son personajes planos y carentes de interés.
La película avanza en dos líneas de acción. La primera tiene lugar en el interior del coche, donde cinco pasajeros (más uno) van dejando aflorar secretos, torpezas y hasta viejos afectos y rencores. Todo ello en clave de un pretendido humor, con diálogos pobres y apenas graciosos.
Algo mejor es el otro eje del film, la acción trepidante y espectacular por la carretera. Nicolas Benamou ofrece unos efectos especiales realistas, con tomas de cámara desde distintos ángulos, lo cual permite que el espectador viva las emociones de una velocidad desenfrenada y descontrolada.
El conjunto es mediocre, aunque algunas escenas puedan resultar divertidas y arranquen alguna que otra carcajada. Para pasar el rato.