Ove, de 59 años, acaba de ser despedido del trabajo con la jubilación anticipada. Se siente viejo y totalmente inútil, se queja de todo y siempre está gruñendo. Desde la muerte de su esposa, sólo le quedan recuerdos que le oprimen por dentro y le hacen las jornadas vacías e interminables. Se mueve por su casa como un alma en pena, siempre con un rictus de desagrado o de cólera en la cara. Para ocupar el tiempo, se dedica a hacer rondas por la urbanización para asegurarse que todo esté en orden, ahuyentar a los extraños y controlar las idas y venidas de los vecinos mientras va anotando en un cuaderno las infracciones que cometen contra las normas del vecindario. Sólo espera una cosa en la vida: la muerte. Y decide suicidarse para poder reunirse con su añorada esposa. Pero cada vez que lo intenta, algo sucede que se lo impide. La situación se le complica todavía más cuando se muda al vecindario Parvaneh, una joven iraní, con su marido y dos niñas encantadoras que se cuelan espontáneamente en su existencia solitaria. Parvaneh responde siempre a los gestos destemplados de Ove con una sonrisa jovial, y así, poco a poco, consigue derribar el muro de soledad y dar pie a una curiosa amistad.
Esta tragicomedia es menos ligera de lo que pudiera parecer a primera vista, no es una historia más sobre un viejo gruñón. La urbanización cerrada es como un microcosmos de la sociedad (el adolescente homosexual al que han echado de casa, el funcionario que utiliza a los viejos para lucrarse, el matrimonio mixto, el anciano matrimonio que no quiere separarse bajo ningún concepto, las absurdas rencillas entre viejos amigos, a propósito de la fidelidad a la marca del coche, que para nosotros podría equivaler a los colores de un club de fútbol…). La película constituye, así, una reflexión existencial sobre las relaciones humanas, desde el punto de vista de un humanismo reconfortante, que cree en la posibilidad de un orden social basado en el respeto y la ayuda mutua.
Rolf Lassgård está magnífico encarnando a Ove, un personaje que resulta antipático al principio y acaba haciéndose entrañable. Hannes Holm utiliza hábilmente los flashback para mostrar los tristes paralelismos en la biografía de Ove: la trágica muerte del padre, y la lápida sobre la que deposita flores; la delicadeza y la devoción hacia su mujer Sonja, y la preocupación por dar la vuelta al cuadro para que no vea su suicidio; el joven Ove feliz en un coche con su novia, y el viejo gruñón que se suaviza y se muestra casi tierno enseñando a conducir a su vecina Parvaneh. De este modo se explica el mal carácter de Ove, se le disculpan todos los exabruptos que ha vertido a lo largo del film, y mueve el corazón del espectador a la empatía y el afecto.
La historia es conmovedora, emocionante y divertida, inunda los ojos de lágrimas mientras provoca una sonrisa. Al final deja el buen regusto de la fe en el hombre y el buen mensaje de que las relaciones humanas valiosas llenan de sentido la vida, incluso la más dolorida.