Salma, Leila y Nour son tres jóvenes palestinas de origen muy distinto que comparten piso en Tel Aviv. Salma, 29 años, música y DJ, es lesbiana. Su familia es cristiana, pero ella no practica. Leila, 28 años, ejerce como abogada criminalista. Es de origen musulmán, pero, al igual que Salma, prescinde totalmente de la religión. Nour, 23 años, la última llegada, estudiante de informática en la universidad, es musulmana creyente y está comprometida con Wissan, al que no ama. Él se siente ya casi su dueño absoluto.
Las tres chicas, las dos «liberadas» al igual que Nour, la conformista, sufren la misma opresión del entorno, por el hecho de ser mujeres en una sociedad machista totalmente aferrada a tradiciones y costumbres anquilosadas. Unidas por una amistad solidaria, harán frente a las fuerzas que intentan impedirles que ejerzan su libertad.
Maysaloun Hamoud tiene la habilidad de presentar con realismo ese ámbito proceloso entre tradiciones estrictas y modernidad, en el que a las mujeres les resulta tan duro y difícil moverse. A pesar de la inquebrantable decisión de las tres amigas de no ceder ante las presiones y negarse a doblegarse ante una sociedad en la que las mujeres no son más que objetos de posesión del varón, ya sea padre o marido, en la historia no se vislumbra un futuro prometedor para ninguna de ellas.
Son capaces de reivindicar su libertad de maniobra, pero esto, que es ciertamente un objetivo precioso e imprescindible, no es suficiente para orientarlas hacia el pleno desarrollo personal. Beber, drogarse y tener sexo cuando y con quien ellas quieran -es tremendo el valor simbólico de la violación- es una expresión de la libertad de acción y decisión, pero no es todavía verdadera libertad. Es auténticamente libre el que es capaz de sacar lo mejor de sí mismo y orientarse hacia la plenitud personal. La escena de Leila vomitando en el mismo baño donde llora la recién violada es la imagen plástica de que una es «esclava» del varón y la otra lo es de sí misma, de sus insatisfacciones y su falta de rumbo en la vida.
La película gustará, sin duda, al gran público porque las tres protagonistas llevan a cabo un buen trabajo en sus respectivos papeles y consiguen que sus personajes resulten cercanos al espectador y muevan su compasión y su simpatía. Maysaloun Hamoud logra un equilibrio entre comedia y drama, presentando sin ambages una realidad asfixiante, pero a través de una trama en cierto modo amable y con unos diálogos llenos de humor.
La escena final, con las tres jóvenes palestinas unidas por lazos muy sólidos de amistad, es de una gran ternura y, a la vez deja el regusto amargo de la falta de felicidad. Es importante reivindicar el derecho a la libertad, pero es un grave error pensar que sólo ella constituye la panacea para llevar una vida con sentido. Si uno no es capaz de señorear sus propias pulsiones y tendencias más bajas y orientar su vida hacia lo alto, podrá haberse librado de unas cadenas, como les sucede a las protagonistas de la historia, pero se encontrará atrapado en una red no menos perniciosa que lo acabará sumiendo en el absurdo.