Tres encuentros con la muerte inician una “historia” prácticamente desprovista de hilo argumental. Son tres muertes absurdas, casi ridículas. Un hombre fallece de un infarto debido al esfuerzo por abrir una botella de vino, mientras su mujer, totalmente ajena a lo que acaba de suceder, sigue preparando la cena en la cocina. Una anciana agonizante agarra desesperadamente un bolso con sus joyas, que sus hijos intentan arrebatarle: “No puedes llevarte esto al cielo, mamá, allí te darán joyas nuevas…” Un pasajero muere en la cafetería de un ferry justo después de haber pagado su bandeja de comida. Y el problema que se plantea es qué hacer con la comida puesto que está abonada. La cajera pregunta desconcertada: “¿Alguien quiere esto? Es gratis”.
La muerte está irremisiblemente presente en toda vida. Es el sinsentido final de una presencia sin sentido en el mundo.
Aparecen en escena Sam y Jonathan, dos comerciales que venden grotescos artículos de fiesta. Por su falta absoluta de creatividad, parecen una réplica de Vladimir y Estragón, los personajes de “Esperando a Godot” de Samuel Beckett. A pesar de ser compañeros de profesión y de vivir en el mismo albergue, entre ellos no han creado ningún vínculo de amistad, siempre están discutiendo, pero sin contenido ninguno en el enfrentamiento. No sólo no tienen profundidad sino que ni tan siquiera tienen verdadera entidad personal.
Una serie de escenas inconexas, con personajes sin personalidad, se van intercalando entre las apariciones de Sam y Jonathan. Algunos de ellas se repiten de forma casi exacta. El tiempo no transcurre, no avanza, es hastío puro, porque la existencia es un absurdo. No hay ningún hecho relevante, pero sí una frase repetitiva de alguien que habla no se sabe con quién: “Me alegro mucho de que os vaya bien”. El espectador percibe que es una frase mecánica, totalmente vacía, como la vida de las personas que la pronuncian.
Entre los personajes se intercambian frases, pero no encontramos ni un solo diálogo auténtico a lo largo de toda la narración. Es decir, los personajes se presentan al espectador por su sola presencia en la pantalla, no a través del lenguaje, propio o de los demás, que pudiera dar una idea de ellos. Hablan con palabras vacías que no alumbran sentido y que se diluyen en el silencio de la falta de comunicación.
Al principio, algunas escenas, de tan absurdas, llegan a provocar la risa del público, pero la desolación que transmiten las historias no tarda en hacer mella, borrar la sonrisa y provocar un oscuro abatimiento ante tanta soledad radical. El aislamiento y la indiferencia del “homo sapiens” ante el dolor del otro estremece en la sorprendente y terrible escena del laboratorio. Pero lo peor, la más espantosa de las crueldades, quizás con una alusión a los hornos crematorios de la segunda guerra mundial, aparece, siempre sin palabras, cuando un grupo de colonizadores obliga a unos esclavos negros a entrar en un enorme cilindro de cobre que empieza a dar vueltas sobre unas llamas.
La visión que transmite la película sobre el absurdo de la vida humana, es totalmente deprimente. Pero en cierto modo invita a reflexionar sobre el hombre, sobre lo tremendamente ridículas que pueden ser sus pequeñas o grandes tragedias cuando no se ahonda en el sentido de cada realidad. En definitiva, y seguramente sin esta intención, “Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia” muestra la miseria del ser humano curvado sobre sí mismo, incapaz de abrirse a la trascendencia. Y el espectador puede deducir que la única salvación del hombre estriba, justamente, en la apertura al otro y al Otro.
Por su indiscutible calidad técnica y la capacidad de transmitir un mensaje desolador sin acción ni palabras, la película será del agrado de algunos. Pero la gran mayoría del público seguramente la considerará totalmente prescindible.
Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia
Título original:
En duva satt på en gren och funderade på tillvaron
Puntuación:
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Publico recomendado:
País:
Año:
2014
Dirección:
Guión:
Fotografía:
Música:
Intérpretes:
Distribuidora:
Duración:
101
Contenido formativo:
Crítica: