Cine y Valores

Yomeddine

Título original: 
Yomeddine
Puntuación: 
7

Average: 7 (1 vote)

Publico recomendado: 
País: 
Año: 
2018
Dirección: 
Guión: 
Fotografía: 
Música: 
Distribuidora: 
Duración: 
97
Contenido formativo: 
Crítica: 

¡SOY UN SER HUMANO!

Beshay, actualmente curado de la lepra, nunca había salido de la colonia de leprosos, en el desierto de Egipto, donde lo abandonó su padre cuando era un niño. Tras la muerte de su esposa, decide cargar sus pobres pertenencias en una carreta tirada por un burro y partir en busca de sus raíces. Pronto se le une Obama, un huérfano nubio de diez años, al que Beshay había tomado bajo su protección. Juntos cruzarán Egipto y se enfrentarán a un entorno cruel las más de las veces, pero que también ofrece a veces sus buenos momentos con rasgos de bondad. Será un camino físico a la búsqueda de su familia de sangre y un itinerario espiritual a través de un mundo hostil intentando encontrar un hogar en el que sentirse humanidad. «¡Soy un ser humano!» repite Beshay en un grito desgarrador, en una de las escenas más conmovedoras del film.

Al principio, vemos a Beshay, con la cara y las manos desfiguradas por las cicactrices de la lepra, escarbando entre los desechos de un descomunal vertedero denominado la montaña de basura. Poco después le notifican la muerte de su esposa. En esos primeros minutos, parece que la película va a ser una nueva fábula moralizadora sobre «los miserables» de la tierra. Pero es a partir de ese momento cuando propiamente empieza a desarrollarse la trama y Yomeddin se convierte en una película de buenos sentimientos en forma de road movie, con casi todos los medios de transporte posibles; en carreta, a lomos de un burro, a pie, en tren, en transbordador, en camión... En su periplo por un país que rechaza con violencia a los leprosos, los dos amigos van a tener una serie de curiosos encuentros que dan a la narración un contenido amable de calidez humana. Previsible, sin duda, pero no por ello menos interesante.

A partir del relato argumental, la película esboza una serie de temas de hondo contenido humano, en la búsqueda de identidad del ser humano, empezando por la fe religiosa, lo único que no está sometido a los vaivenes de la mentira y las pasiones, lo único que proporciona al hombre la certeza de que está destinado al amor y la felicidad a pesar de las penurias y las desgracias que le puedan oprimir en el transcurso de su vida. Yomeddine, término que da título a la película, significa El día del Juicio final. También aparece la necesidad del hombre de estar bien asentado sobre la base de sus propias raíces, cuya carencia es la peor de las orfandades, aunque, a veces, la renuncia a los lazos pueda constituir un acto de amor, según explica el padre de Beshay. Muestra la espeluznante carencia que supone no tener un hogar donde a uno le quieran por ser quien es, sin que importen sus limitaciones o su fealdad de cuerpo o de alma. Se le puede querer con dolor, pero no le falta el amor. Trata asimismo de la verdadera amistad, que supone que los amigos se sienten siempre responsables uno del otro, de la solidaridad entre seres que no tienen nada y son capaces de compartir, de la denostada dignidad del ser humano… El film plantea, además, una gran pregunta: qué es mejor para un ser humano con graves limitaciones, estar totalmente mezclado con los demás en desigualdad de condiciones o bien tener un ámbito adaptado a su realidad. Que puede suponer aislamiento y marginación, pero también esfuerzo de la sociedad por brindar posibilidades especiales a los que son especiales. Es un asunto muy delicado en la aplicación, porque la discriminación puede solaparse peligrosamente con el intento de que la integración no sea indiscriminada sino eficaz. Es la dignidad humana la que está en juego.

Es una película desigual en el aspecto formal, pero no es un mero producto de entretenimiento, se presta a una lectura de hondo calado y transmite valores humanos fundamentales. Yomeddine debe mucho al carisma del Rady Gamal, un auténtico enfermo de lepra. Como son reales, sin trucos, el enano y el hombre sin piernas. El pequeño Ahmed Abdelhafiz hace un gran trabajo en un personaje entrañable, lejos de la figura del pícaro que se podría esperar, pero perspicaz e inteligente y, sobre todo, lleno de buenos sentimientos.

Totalmente recomendable.