EL ROBO DEL SIGLO
En el siglo XVII, un galeote español se hundió en el océano, en aguas españolas, y el tesoro que transportaba quedó varado en las profundidades. Unas monedas tienen especial valor porque el pirata Francis Drake había dejado en ellas las coordenadas para localizar un tesoro escondido. Cuatro siglos más tarde, en 2010, un grupo de expertos buscadores de tesoros marinos ha conseguido dar con los restos del galeote e izar los cofres hasta su nave, pero la Guardia Civil del Mar española se ha presentado de inmediato y ha confiscado el botín por considerarlo propiedad del país. Gran Bretaña, por su parte, también reclama las monedas como suyas y está dispuesta apoderarse de ellas a cualquier precio.
El cargamento recuperado va a permanecer diez días en la Cámara acorazada del Banco de España de Madrid. Es un lugar absolutamente inexpugnable, con un sistema de seguridad que nadie ha conseguido descifrar a lo largo de los más de cien años de existencia. Pero el equipo que había hecho el difícil trabajo de extraer el valioso cargamento de lo más profundo del mar no está dispuesto a renunciar a su presa.
La película se centra en el atraco al Banco de España para recuperar el tesoro del galeote, durante la celebración del triunfo de la selección española de fútbol en el Mundial de Sudáfrica en 2010.
Jaume Balagueró, conocido, sobre todo, por la saga de Rec, es un especialista en cine de terror. En este caso, ha abandonado propiamente el terror, pero el guion, obra de un equipo nada menos que de cinco personas, que va en la línea del cine de suspense clásico, mantiene al espectador en estado de viva tensión durante las casi dos horas, pendiente de lo que pueda ocurrirles a los personajes, que se mueven por las dependencias del Banco de España al filo de lo imposible, hasta introducirse en la misma cámara de máxima seguridad. Si algo sale mal, que es lo más probable, pueden perder la vida o, en el mejor de los casos, pasar muchos años entre rejas.
El cineasta catalán tiene buen dominio del lenguaje cinematográfico propio del thriller y las situaciones del film se suceden a un ritmo vertiginoso dentro del Banco. No concede ni un respiro, el espectador retiene el aliento, cada segundo es decisivo. Por momentos, las cámaras salen a la plaza de Cibeles para enfocar a la multitud gritando enfervorizada viendo en grandes pantallas la final del mundial de fútbol. Lejos de suponer un alivio para la tensión, el contraste entre la efervescencia del exterior con la desazón del interior consigue producirnos un efecto todavía más inquietante.
También el reparto colabora al buen resultado de la película. Todo el elenco realiza un gran trabajo, pero Freddie Highmore y Astrid Bergès-Frisbey merecen mención a parte.
La película no es una gran obra que vaya a pasar a la historia del cine, pero es un thriller inteligente que permite pasar un rato muy entretenido y el tiempo se pasa volando. Una buena propuesta.