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DEL BUENISMO A LA EXCLUSIÓN
Una junta ordinaria de vecinos está reunida con un único tema en el orden del día: el cambio de ascensor. Dado el mal estado en el que se encuentra el elevador, no hay ninguna vacilación y se vota afirmativamente por unanimidad. Pero, cuando parece que la sesión ha concluido, surge la noticia de que Alberto, uno de los vecinos, acaba de alquilar su piso a Joaquín, un nuevo compañero de trabajo, que tiene un problema de salud mental. Y surge el debate sobre si el posible inquilino es aceptado o vetado en la casa.
La trama está inspirada en una historia real que conoció Santiago Requejo, director y guionista, que lo impactaría de tal manera que lo ha llevado a querer denunciar el estigma que sufren las personas en esa situación. Y lo ha hecho como él mejor sabe: con una película.
El film da que pensar, porque los nueve personajes que aparecen no son seres perversos, sino personas normales, con expresiones propias de ese buenismo tan en boga hoy en día, que en realidad es puro bluf que pretende ser políticamente correcto pero no se compadece con las actitudes y los comportamientos de gran número de personas. Sobre todo cuando uno se ve involucrado en la situación de un enfermo mental. “A mí me parecen bien todos esos programas de reinserción laboral”, dice Julián con firmeza. ¡Faltaría más! Aunque añade a renglón seguido que eso es distinto de “convivir con un tío que tiene problemas de salud mental”. También a Maite, cómo no, le parece bien que las personas con una enfermedad mental sean respetadas (“Vale que Joaquín tiene derecho a una vivienda”), pero más allá de la pose buenista no hay en ella más que puro egoísmo y su rechazo es patente, cuanto más lejos se vaya ese hombre, mejor: “Que Joaquín tenga derecho a una vivienda no quiere decir que sea esta vivienda en concreto. Que tiene un montón de pisos en alquiler”. Es decir, lo que sea, siempre que el diferente esté lejos de nosotros, porque nos inquieta. Es una tremenda forma de xenofobia.
La cinta está grabada cámara al hombro, sin ningún corte. Es toda ella un acertado plano secuencia, que consigue que el espectador se sienta presente en la discusión, se implique y no pueda por menos que preguntarse internamente: “¿Qué haría yo en esas circunstancias?, ¿también rechazaría al inquilino con una enfermedad mental?, ¿tendría el coraje de defenderlo ante los vecinos?
En solo 14 minutos, Requejo ha conseguido una película muy hermosa en la forma, con una fotografía en tonos ocres, de Joaquín Bermejo, muy adecuada para crear un clima de intimidad algo tristona y dar naturalidad a la situación, y con un diálogo muy bien trabado. Pero, sobre todo, ha sabido presentar un tema humano lacerante como es la enfermedad mental en sus distintas manifestaciones. En nuestro entorno, muchas personas sufren depresión en soledad, mientras los demás no solo miran hacia otro lado, sino que hasta les reprochan que los incomoden.
El reparto está muy bien elegido y todos, sin excepción, hacen un gran trabajo. No obstante, cabe destacar a Miriam Díaz Aroca dando vida a la indignada Maite y a Raúl Fernández de Pablo como el sorprendido e indignado Alberto. Sin olvidar a Neus Sanz, que consigue conmover al espectador.
Votamos es una película preciosa, que ha recibido ya un buen número de premios cinematográficos. Está también nominada a los Premios Goya, que se celebrarán en Valencia el próximo 12 de febrero.