Cine y Valores

Vivo. ¿Quién anda ahí?

Título original: 
Vivo. ¿Quién anda ahí?
Género: 
Puntuación: 
9

Average: 9 (1 vote)

Publico recomendado: 
País: 
Año: 
2021
Dirección: 
Guión: 
Fotografía: 
Música: 
Distribuidora: 
Duración: 
80
Contenido formativo: 
Crítica: 

SUBE UN CACHO DE PAN Y BAJA DIOS

La verdadera historia de cinco personas, tres jóvenes y un matrimonio, a quienes el Cristo vivo en la eucaristía se les hizo el encontradizo y transformó totalmente sus vidas. El auténtico protagonista del documental es Cristo presente en el sacramento de la eucaristía. Él es quien sale al encuentro de Carlos, Jaime, Andrea, Sonsoles y Antonio, les hace sentir suavemente su presencia y, con un total respeto a la libertad del hombre, les muestra y les ofrece un amor infinito que pide una respuesta de amor. 

Jaime Barón, protagonista de una de las historias, repite, con su gracejo andaluz, una frase que podría ser la síntesis de la evolución de los personajes. Al principio con mofa, después, de la incredulidad al estupor y finalmente con la emoción de una experiencia de fe: «El cura sube un cacho de pan y baja Dios». 

La producción del documental se debe a la iniciativa del movimiento católico Hakuna, fundado en 2013 por el sacerdote español José Pedro Manglano. Vivo es el primer largometraje de Jorge Pareja, quien sale muy airoso del tema, dirige con oficio y nos ofrece un buen producto desde el punto de vista cinematográfico. El guion, de Jaime Pineda, está bien trabado y mantiene un ritmo regular de principio a fin. 

Las cuatro historias avanzan paralelamente, lo cual hace que el hilo argumental sea más vivaz porque va incrementándose la tensión hasta llegar finalmente al clímax de las cuatro narraciones. Es también un acierto que el epílogo, qué ha sido de los personajes después del rodaje, no forme parte de la trama, sino que aparezca como una escueta información con los créditos finales. Se satisface así la lógica curiosidad del espectador, pero se evita un tono edulcorado del que afortunadamente carece toda la película.

Es un producto abiertamente católico, pero no está condicionado por una intencionalidad proselitista. Se trata sencillamente de narrar cuatro historias reales, profundamente humanas. No hay mensajes ni moralinas, tan solo el testimonio de lo que han vivido. Los personajes se desnudan el alma ante las cámaras para narrar, con autenticidad, qué ha sucedido en sus vidas, cuál ha sido esa experiencia transformadora. 

El punto de convergencia entre todos ellos es el Cristo eucarístico. Por lo demás, son vidas distintas, procedencias y circunstancias diferentes, y diversos caminos y expectativas de futuro según la realidad de cada cual. En común, el encuentro con el Cristo vivo que da luz y amor a su trayectoria vital. 

Los personajes tienen hondura, no son estereotipos elaborados artificialmente, son seres humanos auténticos. Carlos, estudiante brillante, prepotente y con esa pátina de superioridad de muchos intelectuales ateos. “Yo nunca seré cristiano», se decía a sí mismo. Jaime, inconformista y rebelde, llegó a pertenecer a un grupo de ideología nazi y a entregarse con frecuencia a la violencia, la bebida y la droga. En sus propias palabras, fue en un calabozo en Madrid donde empezó a tocar fondo y tomó conciencia de que estaba «en la mierda», pero no era capaz de afrontar la realidad de su vida. Sonsoles y Antonio vivían una religiosidad de pura rutina, hasta que un embarazo tardío y problemático los situó ante una grave decisión. Andrea, totalmente indiferente y alejada de cualquier tipo de religión o vivencia de fe, vivió la dura experiencia de la muerte en accidente de su novio y quedó totalmente hundida. Hasta que un día, a cada cual el suyo, ante el pan eucarístico, un impacto interior les conmocionó. «Dios, ¿quién eres? –preguntó Jaime angustiado–, ¿estás realmente ahí?». Luego, para todos vinieron la lucha, las dudas, los temores, las tomas de postura y las decisiones. 

Es impresionante la soltura de los personajes ante las cámaras. No son profesionales, ni tan siquiera expertos en el mundo del cine y, sin embargo, se les ve cómodos, naturales y nada impostados. Resultan creíbles porque son realmente sinceros, sus palabras rezuman tal autenticidad, que calan directamente en el espectador. 

Es un documental muy interesante y no destinado forzosamente a creyentes, sino a toda persona de mente abierta interesada por la verdad del hombre como ser trascendente y, por tanto, también abierto a la trascendencia divina. No puede dejar de pensarse en Converso (David Arratibel, 2017), ese también hermoso testimonio de conversión de todos los miembros de una familia excepto del cineasta, que rueda desde el estupor de su agnosticismo.

Película muy recomendable. Puede que los cristianos se replanteen cómo viven su fe en la eucaristía, pero para todos, ateos, agnósticos y creyentes, la película da que pensar: sobre el hombre, finito y material en un sentido, pero abierto al infinito y con sed de Dios; sobre la posible existencia de un Dios personal que ama al hombre; sobre el sentido de la vida, cerrada en los límites de la existencia temporal, aquí ahora, o capaz de trascender, es decir, de traspasar, de ir más allá, de llenarse de un amor inagotable. Para no perdérsela.