[Crítica cedida por Pantalla 90]
NI CONTIGO NI SIN TI
El joven Hampus decide romper una relación que le resulta tóxica. Sin embargo, para Adrián, su pareja, un taciturno fotógrafo treintañero, la separación supone un trauma que le deja profundamente desolado y parece imposible que pueda recobrar su vida.
Su unión había sido tan absorbente que ambos habían dejado fundir su personalidad propia hasta convertirse en lo que ellos llamaban un “nosotros”. Pero no en un “nosotros” fruto de la relación sana y respetuosa de dos personas que se aman de verdad, generosamente, buscando cada uno el bien del otro. Era el producto de la despersonalización de ambos al disolverse el uno en el otro. Por eso ya no eran felices ni se divertían juntos.
En su afán de posesión, Adrián quería tener absoluto control sobre Hampus y moldearlo según sus propios deseos y expectativas. Este, aunque sigue queriendo a Adrián, siente que le falta oxígeno, que esa relación lo está anulando y decide abandonar su vida en común.
La película promete al principio. Parece querer ser una crónica del tema universal de cómo afrontar una ruptura de pareja. Resulta sugerente la idea de cómo asumir el dolor de un final, deconstruirse a sí mismo desligándose de ese “nosotros” atenazante y tener el coraje de emprender otra vida y empezar otras historias. Pero todo se queda en una promesa frustrada. La trama deriva pronto en una historia superficial y lacrimógena.
Sin duda, hubiera sido muy interesante mostrar cómo, bajo la capa de un “amor” apasionado, puede ocultarse un afán posesivo altamente destructivo. Pero, lejos de profundizar en el personaje de Adrián, en su complejidad y su ambivalencia, la línea argumental se desvía hacia un melodrama folletinesco empalagoso y terriblemente aburrido. Y rasgos que podrían ser acertados –la mitad de la cama reclamada por Hampus como símbolo del estado en que ha quedado Adrián, quebrado e incompleto– quedan diluidos en una narración superficial y monótona.
El actor Björn Elgerd encarna bien a un Adrián neurótico, torturado y torturador, pero su trabajo no consigue revitalizar al personaje. David Färdmar ha elegido para su primer largometraje una historia en el marco de la homosexualidad, a la que dota, además, de una serie de escenas de sexo explícito, que hace que la película, además de aburrida sea desagradable.
Filme insulso, aburrido y prescindible.