Cine y Valores

Vida oculta

Título original: 
A Hidden Life / Radegund
Puntuación: 
10

Average: 10 (1 vote)

Publico recomendado: 
País: 
Año: 
2019
Dirección: 
Fotografía: 
Duración: 
173
Contenido formativo: 
Crítica: 

FE Y DIGNIDAD

Franz y Fani Jägerstätter son un matrimonio feliz que vive con sus tres hijas en la aldea de Sankt Radegund, en las montañas austríacas. Son campesinos y llevan una vida sencilla y tranquila. Cuando estalla la Segunda Guerra Mundial y Austria es anexionada por Alemania, Franz se ve obligado a optar entre su bienestar y el de su familia o ser fiel a su conciencia.

Terrence Malick cuenta la historia real de Franz Jägerstätter de forma lineal, en un relato perfectamente bien hilado, con una primera parte introductoria, absolutamente maravillosa, seguida de un núcleo narrativo apasionante, que se cierra de forma “conmovedora” en sentido literal, es decir que ‘mueve a’ la emoción y la reflexión más profunda. El film nos presenta a un hombre corriente, un humilde campesino, pero que es el paradigma de la auténtica sabiduría, porque ha sabido crear vínculos muy valiosos con su entorno: con la tierra que pisa, que es su hogar, que cuida con esmero para que le dé los mejores frutos; con sus vecinos, su pueblo y su patria; su trabajo; su mujer, su madre, sus hijas... Y, por encima de todo ello y también en lo más hondo de su ser, su relación confiada, amorosa y fiel con Dios, que envuelve y da pleno sentido a todo su ámbito vital, porque le hace sobrevolar los límites del amor y lo abre al infinito. Al mismo tiempo, Dios constituye el fundamento y la fuente de su energía y su seguridad.

El paisaje es de una belleza deslumbrante, las hierbas que se mecen al aire, los árboles, las montañas… y en lo alto de las cumbres, donde parece que la tierra toca el cielo, unas nubes muy suaves envuelven las cimas, con un carácter tal vez simbólico; lo que hay más arriba no lo podemos ver porque hay un velo que lo impide. La presencia silenciosa de Dios impregna toda la historia de Franz y Fani Jägerstätter.

En la familia reina la armonía, los padres y los hijos se quieren mucho pero no son un grupo cerrado, hay lugar para la hermana de Fani y para la madre de Franz. El amor de verdad nunca puede curvarse sobre sí mismo ni sobre un núcleo reducido como el familiar. El amor, si es auténtico, se expande, se abre sin límites. 

Después de esa parte resplandeciente de felicidad, se desencadena el drama que se venía anunciando. Franz entiende, en lo más profundo de sí mismo, que jamás debe jurar fidelidad a Hitler ni al Régimen nazi. No es tanto una cuestión política, cuanto de una idea del hombre y de la humanidad que no puede traicionar. No actúa de forma testaruda, ni toma las decisiones de forma rígida. Tiene todo un proceso de discernimiento en que, incluso, pide consejo y opinión en el ámbito de la Iglesia y, por supuesto, a su propia esposa. Tiene claro que debe actuar según lo que él cree que es justo, no puede pactar con el mal, aunque le cueste la vida. Su sacrificio no va a salvar nada ni a nadie. El nazismo no va a tambalearse por su actitud íntegra. Pero la decisión y el coraje de Franz, y de su esposa que lo sustenta, dan sentido a la ética. Su actitud dignifica a la humanidad. Su sacrificio no “sirve” de nada, pero “vale” mucho: deja patente que el ser humano tiene la capacidad de sobrevolar el mal, de no dejarse afectar por él. 

Franz y Fani sacan su fuerza de sus diálogos íntimos con Dios y de su unión conyugal. El amor humano es el vector del amor a Dios y el amor a Dios sustenta y nutre el amor humano. Han depositado confiadamente sus personas, su familia y su amor en manos de un Dios al que sienten como un padre cercano y protector, a pesar de su silencio. Angustiada por la suerte que puede correr su marido, prisionero de los nazis, embargada por la emoción, Fani le ruega a Dios que lo proteja. El “Tú le amas más que yo” no significa que ella se sienta relegada de esa relación filial entre Dios y Franz, sino que reconoce que la capacidad de amar de Dios supera con mucho a la de los hombres. La unión de Franz y Fani no está condicionada, sino reforzada por la fe. En Dios y con Dios, ellos se aman más y mejor.

El guion es magnífico. Su originalidad consiste en que, en la narración de los sucesos de una vida real, vamos siguiendo el devenir del personaje viéndolo por dentro, en su espíritu elevado, su fe inquebrantable y su capacidad de amar. Maniatado, debilitado y a las puertas de la muerte tiene una grandeza humana que conmueve a los que están próximos a él. El joven abogado de oficio está dispuesto a jugarse su carrera por intentar salvarlo, y el militar, encarnado por un magnífico Bruno Ganz en uno de sus últimos trabajos, intenta en vano convencerlo de que ceda y se salve. Cuando el oficial se queda solo, se sienta en la misma silla en la que estuvo Franz. Quiere ponerse en su lugar para poder comprender. Está desconcertado y estremecido ante la grandeza humana de ese hombre. Presiente una Presencia que lo envuelve, le da fortaleza y le otorga dignidad. Pero, como Pilatos, tampoco él es capaz de comprometerse para evitar el camino hacia el sacrificio.

Estéticamente, la película es una obra de arte. El uso del gran angular, con esas imágenes inmensas, aporta una impresión de grandiosidad en la que los rostros deformados parecen flotar. La música, magnífica - La Pasión según San Mateo De J.S. Bach, Arvo Pärt, Gorecki…-, hace de caja de resonancia al drama que acontece en las diferentes escenas. No solo Franz y Fani, también la naturaleza y el mundo se estremecen ante el mal y rezan al Creador. 

Al rigor estético y al magnífico trabajo actoral, hay que añadir la hondura humana y religiosa que no puede por menos que interpelarnos. Porque Franz no está redimiéndose de ningún pecado, no está cercado por el mal sin posibilidad de escapatoria. Este es justamente el dilema, entre salvarse o actuar en conciencia, atenerse a la verdad del hombre y a la verdad de Dios o dejarse envilecer para sobrevivir. Inevitablemente la pregunta nos salta a la cara: ¿Qué compromisos, qué bajezas estaríamos nosotros dispuestos a asumir para no perder nuestra vida confortable?

Por eso la película no es solo para creyentes, sino para todo aquel que tenga sensibilidad y qué esté interesado en conocer cómo hemos llegado al punto en el que estamos, qué vidas ocultas han labrado con su sangre los campos que nosotros cosechamos y que, en muchos casos, estamos agostando con nuestra cobardía y nuestro egoísmo. En Franz Jägerstätter, la humanidad entera ha sido dignificada por encima de la depravación y la cobardía. Por Franz Jägerstätter, podemos sentirnos orgullosos de ser hombres.­­­

La película es una auténtica obra maestra y un aldabonazo a la conciencia de una sociedad como la nuestra, que ve con indiferencia cómo el mal va cubriendo nuestro mundo como una niebla espesa, sin atr­­­e­­­­­­­verse a tomar postura como sí hicieron esos héroes de vida oculta.