Cine y Valores

Un segundo

Título original: 
Yi miao zhong
Género: 
Puntuación: 
8

Average: 8 (1 vote)

Publico recomendado: 
País: 
Año: 
2020
Dirección: 
Fotografía: 
Música: 
Distribuidora: 
Duración: 
104
Contenido formativo: 
Crítica: 

LA VIDA POR UN SEGUNDO

Un hombre camina por un desierto solitario. La noche sucede al día, pero él no se da tregua hasta llegar a la sala de un pequeño pueblo, donde acaba de proyectarse una película. Los empleados cierran las puertas, recogen las latas con las bobinas en un saco que dejan en su moto y se van a cenar. Nuestro hombre parece comprobar algo en las cajas redondas y se acerca indeciso para ver por la ventana qué hacen los empleados. Busca algo, pero se esconde de alguien.

De las sombras, aparece una chiquilla, tan desharrapada como él, que sustrae una de las bobinas del saco y echa a correr. El hombre la persigue, forcejea con ella y recupera la bobina. Empieza entonces una serie de encontronazos entre ellos para hacerse con la misteriosa caja del rollo de película. Son dos enemigos que se debaten por un mismo botín, aunque los motivos sean muy distintos para cada uno de ellos.

Zhang Jiusheng, el harapiento fugitivo y la huérfana Liu, su antagonista, cada cual a su modo, son dos víctimas de la llamada «Revolución cultural china», dos marginados, dos personajes insignificantes acuciados por el hambre y los recuerdos. Ambos están heridos en lo profundo. 

Una vez más, Zhang Yimou lleva su cámara al interior de la persona para mostrarnos la dimensión poética de situaciones humanas aparentemente anodinas.

La primera parte de la película nos acerca con reverencia el cine mudo de Charles Chaplin. Al principio, el hombre y la niña apenas si intercambian palabras. En su primera pelea, el volumen de sus cuerpos y sus gestos exagerados destacan en los amplios horizontes de silencio del desierto. Él blande un dedo amenazador para mostrar su cólera y advertir de sus aviesas intenciones si acaso la huérfana Liu osara seguir cruzándose en su camino. 

Gran parte de la trama se desarrolla en un paisaje yermo. El desierto tiene, en sí mismo, un doble simbolismo: es lugar de desolación, soledad y amenaza de muerte, pero es también un ámbito de purificación en el que uno se encuentra a sí mismo y puede cobrar energías para la vida. Desolación y purificación, muerte y vida. Todo eso lo expresa Zhang Yimou con el lenguaje de su cámara.

Al principio es el fugitivo quien cruza solo el desierto de su vida inhumana, en busca de un fotograma que, por un segundo (espacio mínimo de tiempo que da título a la película) le llenaría los ojos y el corazón de todo el potencial de ternura humana que lleva escondido en lo más profundo de su ser. Él, que lo ha perdido todo y ya no podrá recuperarlo, va en busca de sí mismo, de su capacidad de amar. Solo esa imagen puede ser la salvación de su vida interior, por eso se juega su pobre vida exterior por ese segundo de plenitud.

El desierto es, además, lo contrario del cine. La arena interminable, sin seres vivos que la habiten, es un mundo sin imágenes y sin sonidos que dejen volar la imaginación, susciten sueños y depositen recuerdos en la memoria. Una escena en el pueblo, con las sombras de quienes se afanan en preparar la película, que se reflejan en el lienzo que hace las veces de pantalla, es un canto enamorado al potencial del cine para proyectar la realidad convertida en fantasía. El cine es industria y trabajo concienzudo. Fan Dianying, el proyeccionista, se entrega con ahínco a controlar que los fotogramas se desprendan de sus impurezas, pero no sufran daños y lleguen a ser una película. El resultado de esa labor callada y escondida son sombras de realidad. El cine es reflejo onírico de la realidad y es también poesía que eleva el espíritu.

Zhang Yimou homenajea al cine que, antes de la era digital, debía amasarse con las manos, como el buen pan artesanal: rollos de película que había que mimar, tal vez colorear fotogramas, cortar, pegar, proyectar... Trabajo fabril, el cine es una industria... para fabricar sueños. Todo un proceso hasta el alma del espectador. Es la magia del cine.

También técnicamente, la película es fiel al estilo del director chino, con espacios muy amplios de una gran belleza, con una luz perfecta para las escenas nocturnas y un claroscuro permanente que bascula entre paisaje exterior e interioridad personal. 

Es una película para contemplar, es poesía en imágenes que se adentra en la más recóndita intimidad del ser humano. Es un canto de amor al hombre, a la amistad y al cine.