Roma, julio de 1973. Unos hombres enmascarados secuestran a Paul Getty III, de dieciséis años, nieto del magnate del petróleo John Paul Getty, considerado el hombre más rico del mundo. La mafia calabresa se atribuye el hecho y exige 17 millones de dólares como rescate. Pero las cosas no salieron como se preveía porque, aunque se trataba de su nieto preferido, Getty se negó a pagar. Todo cuanto hizo fue mandar a Roma a Fletcher Chace, su enigmático hombre de seguridad, antiguo miembro de la CIA, para que se ocupara de la liberación de Paul. Él y Gail, la nuera de Getty y madre de Paul, se alían para intentar salvar al muchacho, en una carrera contra reloj frente a unos delincuentes cada vez más decididos, inestables y brutales.
Ridley Scott se permite algunas libertades con la realidad histórica, pero lo hace exclusivamente para dotar a la trama de mayor intriga. Los personajes se adaptan bien a ese pequeño juego creativo y lo cierto es que Scott no deforma el sentido de los hechos tal como acontecieron en realidad. El film tiene la forma de una crónica, con la sucesión de hechos presentados al desnudo, enfocados con objetividad, aunque con un hilo conductor muy humano que es la angustia de la madre que teme por la vida de su hijo y hace lo indecible por salvarle. Vemos alternativamente los esfuerzos y gestiones de Fletcher y Gail por salvar los obstáculos y dificultades que se les presentan; la situación lamentable del joven Paul en su cautiverio y el abuelo que sigue las noticias pero no está dispuesto a gastar su dinero pagando un rescate. No son tres líneas de acción, sino tres miradas a una misma realidad poliédrica.
En principio, era Kevin Spacey el actor destinado a encarnar al viejo magnate, pero los escándalos sexuales lo apartaron del rodaje y fue sustituido por un Chistopher Plummer, absolutamente magistral encarnando a un hombre en la cima de su éxito profesional, pero totalmente agriado y desvinculado de todo lo que no sean sus posesiones y su poder. Sin duda la película ha ganado con el cambio. El resto del reparto también está extraordinario, en especial Michelle Williams, que interpreta con autenticidad a la madre luchadora que no está dispuesta a rendirse. Junto a ella, no desmerece un Mark Wahlberg con sus rasgos típicos de agente de la CIA, que acaba siendo un amigo sincero y abnegado, ni tampoco hay que olvidar a Romain Duris, que aporta algo de calor humano a la historia como delincuente que acaba por compadecerse del secuestrado.
Si bien la película gira en torno al hecho real del secuestro -narrado en el libro del John Pearson, en el que se basa el guionista David Scarpa-, Ridley Scott dibuja con unos pocos trazos gruesos, pero muy certeros, un retrato del personaje de John Paul Getty senior, totalmente entregado al vértigo de la ambición. Vive exclusivamente para ganar dinero y sólo se permite gastarlo adquiriendo objetos que le aporten placer y beneficios. Ama el arte, le gusta contemplar grandes obras y, sobre todo, poseerlas. Sin embargo, se cuida siempre de comprar objetos que se revaloricen, porque, para él, el valor supremo indiscutible es el dinero. Vive en una mansión lujosa, rodeado de belleza y lujo, pero no está dispuesto a que nada ni nadie le cueste un céntimo. Así por ejemplo, él mismo se hace la colada y la cuelga en su cuarto de baño, para no tener que pagar a la lavandería. Y, peor todavía, en su mansión ha instalado una cabina telefónica de pago por si alguien de la casa o algún visitante necesita hacer una llamada. Pero el hombre de vértigo ineludiblemente se va precipitando hacia su propia destrucción personal. Paul Getty está cada vez más solo, sin amigos ni familia, sin afecto de ninguna clase. Scott consigue mostrar plásticamente esa terrible soledad con unos contrapicados estremecedores: en el momento más trascendente de la vida de un ser humano, que es la muerte, cuando dinero, posesiones y poder dejan de significar absolutamente nada, el hombre más rico del mundo se tambalea angustiado por los salones de su mansión, bañado en un sudor de muerte, intentando inútilmente pedir ayuda. La voz del hombre de vértigo se pierde en el vacío y la soledad.
Ridley Scott ofrece, si no una gran película, sí un buen thriller que sostiene el ritmo hasta el final, y nos mantiene en tensión durante 132 minutos, clavados en la butaca, conteniendo la respiración. Excelente para pasar un buen rato.