Brad Sloan está felizmente casado con una mujer dulce que lo adora.Tienen un hijo, gozan de una situación económica desahogada y su vida en general ha transcurrido sin altibajos. Pero cuando llega el momento en que su hijo va a empezar la Universidad, Brad entra en crisis existencial. Echa la vista atrás y piensa que su vida ha sido mediocre, sobre todo si la compara con sus antiguos compañeros de facultad, todos ellos unos triunfadores: uno es un famoso director de cine; otro, un gran empresario que viaja incluso en su jet privado; hay alguno que trabaja en la mismísima Casa Blanca; y, cómo no, uno de ellos no se dedica más que a disfrutar de su fortuna, del lujo y la molicie al borde del mar, con dos bellezones a su lado. Sin embargo él, a sus 47 años, lleva una vida monótona en la tranquila ciudad de Sacramento. De joven, lleno de ideales, montó una ONG tecnológica que vincula donantes y causas humanitarias. No se ha hecho rico, pero la familia ha podido subsistir ampliamente y puede permitirse enviar a Troy a una universidad. Pero él no está satisfecho y se siente un fracasado.
Ahora, con su crisis a cuestas, va a emprender un viaje con su hijo para buscarle universidad lejos de casa, en la zona de Nueva York. El acontecimiento familiar es un momento propicio para revisarse y, tal vez, dar un giro al ritmo tedioso de su existencia. Finalmente, esos días de desplazamientos y gestiones van a convertirse para él en un viaje iniciático hacia la madurez personal.
Ben Stiller está espléndido encarnando a un personaje inmaduro, en busca de sí mismo. Su magnífico trabajo, seguramente el mejor de su carrera hasta ahora, resulta tan divertido y patético como tierno y emotivo. Sabe dotar a su personaje de una cierta comicidad pero sin caer nunca en el ridículo y haciéndolo entrañable al mismo tiempo. Es capaz de hacer reír y de conmover. También Jenna Fisher y el joven Austin Abrams realizan un gran trabajo. Algo menos brillantes resultan los secundarios, aunque mantienen el nivel requerido. El ritmo del film es algo irregular: después de un comienzo espléndido, hay una parte central algo más floja, pero que remonta con creces en el último tramo de la historia.
La película es una comedia con un fondo de seriedad, con un importante contenido humanístico. Retrata bien lo que pueden ser las inestabilidades de la mediana edad, cuando uno percibe que se le están agotando los últimos rescoldos de juventud y empieza a percibir los primeros síntomas del declive. Mike White pone el foco en lo realmente primordial en la biografía de una persona, a menudo oscurecido por lo superfluo y fungible. Hacer balance de lo vivido es conveniente, como evaluación crítica que sirva de punto de arranque para reconducir y mejorar la trayectoria vital, pero es fundamental que los criterios de juicio sean acertados para que no se yerre el futuro. Brad se regía por los referentes del éxito, el dinero, el poder y el placer, y mirándose en el espejo de sus antiguos compañeros su propia vida le parecía un rotundo fracaso.
La entrada de su hijo en la edad adulta y la relación con la auténtica realidad de jóvenes con ilusiones y ganas de esforzarse para llegar a ser alguien de valía, como Ananya y el mismo Troy, suponen un revulsivo para Brad, que, ¡por fin!, le hace mirar a lo esencial y relativizar lo secundario. Lo realmente importante en la vida del hombre solo se descubre cuando somos capaces de mirar hacia lo alto. Si nos anclamos en el nivel de las realidades gratificantes y halagadoras, malogramos nuestra vida. Por eso Brad se sentía infeliz. La clave de la felicidad está en ser fiel a la naturaleza del hombre, llamado a amar y ser amado, a buscar el bien, la belleza y la verdad.
Bienvenidas sean las crisis si suponen un auténtico proceso de maduración.