Marcos Ruiz de Aldazábal, un empresario sin escrúpulos, es el director de «Producciones Urumea S.L.», una compañía de producción de cine que ha caído en bancarrota. Marcos y su equipo pretenden levantar su empresa gracias a la contratación para su próxima película de un actor de moda de origen cubano, Ray Silvela. Pero éste rechaza participar en el proyecto, con lo cual peligra el dinero de la principal inversora, una millonaria encaprichada con Silvela. Desesperados y sin dinero, Marcos y su equipo trazan entonces un plan para engañar a una inversora millonaria con un delincuente andaluz, de un extraordinario parecido con Ray Silvela. Aprovechando el contexto del Festival de Cine de San Sebastián, empieza la gran estafa al cine desde el cine, donde nada ni nadie es lo que parece.
La sinopsis del argumento promete una thriller interesante, pero las ilusiones se frustran ya en la primera escena, cuando conocemos a los personajes. La historia huele a rancio, a déjà vu en el peor cine español, y la profusión de palabras malsonantes no hace sino agravar una acción inconsistente. Luego se recompone un poco y empieza a dar giros bastante sorprendentes y divertidos. Nada es lo que parecía, y el «alguacil alguacilado» se repite y se complica una y otra vez, hasta el punto que la película, se hace larga a pesar de un metraje no excesivo. Tantos gritos y palabras soeces cansan y desde luego no sustituyen lo que podrían ser diálogos inteligentes.
Lo mejor sin duda son los actores, entre los que destacan Karra Elejalde, que es un valor seguro en cualquier película, y Jordi Mollà, que está genial interpretando a dos personajes y cambiando con fluidez de acento según sea uno u otro.
Es una comedia disparata, de cine dentro del cine, y, además, en el marco del Festival de cine de San Sebastián. Tiene algunos gags moderadamente divertidos, pero no se sale del cine con agujetas de tanto reírse.