Basada en la historia real de la auténtica operación Anthropoid, realizada en Praga, entre diciembre de 1941 y junio de 1942, que consistió en perpetrar un atentado contra Reinhard Heydrich, el número tres del régimen, por detrás de Hitler y Himmler, conocido por el sobrenombre de «El carnicero de Praga». En Londres, el gobierno checo en el exilio, de acuerdo con Winston Churchill y su gabinete, había concebido el plan de matar a Heydrich, con el fin de desestabilizar al régimen nazi en Checoslovakia. Heydrich era un hombre sanguinario que había llevado a cabo acciones de terrible crueldad en el país.
Un grupo de comandos checos entrenados en el Reino Unido, se lanzaron en paracaídas cerca de Praga, para conectar con la resistencia. Los sargentos Josef Gabcík y Jan Kubis, principales responsables de la misión, consiguen llegar a Praga y contactan con la resistencia, a la sazón muy debilitada y profundamente desanimada. Sean Ellis describe la preparación del atentado a lo largo de algunos meses, al mismo tiempo que plantea las lógicas y sensatas dudas sobre su conveniencia, la proporción entre los resultados que se podrían obtener y las represalias que sin duda se iban a sufrir. Más que en la planificación táctica del golpe, el guion se centra en los dos personajes protagonistas, el checo Kubis y el eslovaco Gabcík, que aparecen como hombres de carne y hueso, con sus debilidades, sus miedos, sus sentimientos y sus torpezas. Kubis y Gabcík se mueven en la clandestinidad, y en ese clima de miedo constante, se establecen relaciones humanas muy profundas. Hay una escena que se repite varias veces aunque con distintos protagonistas: el ataque de pánico de un soldado asistido con afectuosa camaradería por un compañero. En esas circunstancias en que la vida tiene poco o ningún valor, porque se trata de matar enemigos, cuantos más mejor, aunque esto suponga perder la propia vida, hay un espacio para la amistad, el amor y las ilusiones de futuro, un futuro que se sabe casi imposible.
Los intérpretes cumplen todos muy bien y presentan personajes creíbles, humanos, que se hacen cercanos al espectador. La luz que domina la película es generalmente grisácea, no sólo en los espacios cerrados, que tanto abundan y en los que tiene lugar gran parte de la acción, sino incluso en los exteriores, en los que casi nunca brilla el sol. Esta falta de luminosidad brillante refleja muy bien la realidad del país en esos momentos, el estado de ánimo de su población. Checoslovaquia había sido abandonada por los aliados al poder de los nazis. Los checos estaban solos y sin prácticamente ninguna luz de esperanza.
En la brillante recta final de la cinta, con el asedio a la iglesia de S. Cirilo y S. Metodio, Sean Ellis consigue un equilibrio perfecto: es una escena violenta realista, pero sin pretender en ningún momento darle una grandiosidad heroica. Son hombres, con sus miedos y su amor a la vida, pero también son patriotas que saben por qué luchan y, aunque sienten temor a la muerte, están dispuesto a dar hasta la última gota de su sangre por la libertad de su patria.