Xavier es un escritor de 40 años a quien su esposa acaba de abandonar. Para poder estar cerca de sus hijos, decide trasladarse a Nueva York.
Su vida es un auténtico rompecabezas chino, con muchos de los inquietantes temas presentes en nuestra sociedad: fecundación asistida, matrimonio blanco, ruptura matrimonial, familia rehecha, lesbianismo, homoparentalidad, permisos de residencia en un país extranjero... Reuniendo las piezas de ese puzle, Xavier escribe una nueva novela, que constituye, a su vez, la trama de la película. Realidad y ficción, narración y vida se van entrelazando. En plena crisis de los 40, Xavier busca encontrarse a sí mismo y se pregunta por el sentido de la vida, porque le duele su vacío interior. Pero el tema, anunciado y sugerente, no consigue arrancar, y Xavier no pasa de ser un personaje inmaduro, como el resto de la gente de su entorno, incluido su propio padre.
En “Nueva vida en Nueva York” hay momentos graciosos que sorprenden al espectador y que marcan una cierta distancia de un argumento excesivamente previsible, como la aparición de Schopenauer y de Hegel, que, a falta de fe en Dios, en palabras del protagonista, son los únicos que, tal vez, le puedan aportar algo de luz sobre el sentido de la vida. Así también resultan divertidas las conversaciones de Xavier con el editor y, sobre todo, es hilarante la escena de Audrey Tatou hablando en chino.
El buen trabajo de los actores consigue salvar una película que provoca risas pero a la que le falta aliento y que no constituye una comedia memorable.