Cine y Valores

Nuestro último verano en Escocia

Título original: 
What we did on our holiday
Género: 
Puntuación: 
6

Average: 6 (1 vote)

Publico recomendado: 
País: 
Año: 
2014
Fotografía: 
Música: 
Distribuidora: 
Duración: 
95
Contenido formativo: 
Crítica: 

¿”Nuestro último verano en Escocia”? Curioso título, que poco o nada tiene que ver con lo que sucede en el film. No resulta fácil comprender esa versión española de un acertado “What we did on our holiday”…
Abi y Doug proyectan divorciarse en breve, pero antes van a ir a Escocia, a pasar las vacaciones con el abuelo, para celebrar el que va a ser su último cumpleaños, puesto que tiene un cáncer terminal. Para evitarle un disgusto más, pretenden que él no se entere de que el matrimonio está roto, y asesoran a sus tres hijos para que sean muy discretos y, Gordie, el abuelo, no descubra cuál es la verdadera situación familiar.
La primera escena, frenética y con unos diálogos hilarantes, nos sitúa de lleno en el planteamiento de la historia: el mundo de los adultos, que ha perdido el sentido y el rumbo de la vida, sólo preocupados por su propio ego, intereses económicos, deseos de figurar…, contemplado con ojos y mentalidad de niños. Obviamente, los mayores no entienden nada de las preguntas de los pequeños, directas y claras, ni de sus comentarios, no exentos de desaprobación y hasta de censura, que los dejan, las más de las veces, descolocados y sin respuesta. Todo en clave de humor, con escenas verdaderamente desternillantes y un desenlace imprevisible, tan divertido como enternecedor.
Gordie, que ve la vida desde la atalaya de la muerte irremisiblemente próxima, tiene la sabiduría de quien va directamente a lo esencial. Por eso sus nietos conectan de inmediato con él, se sienten comprendidos y a su vez entienden su lenguaje. En suma, lo adoran. Pero, a diferencia de los niños, él es capaz de mirar con benevolencia las absurdas actitudes y el ridículo comportamiento de los adultos.
La película confronta la vida creativa, capaz de sobrevolar la realidad gris y crear en su imaginación un mundo maravilloso –representada por los tres niños y el abuelo–, con la mediocridad y las mentiras de quienes, encerrados como están en su egoísmo, desprecian lo esencial y se afanan por lo accesorio.
Todos los actores realizan un buen trabajo –Billy Connolly está sencillamente magnífico como el abuelo Gordie–, pero quienes llevan verdaderamente el peso de la película son los tres niños, que se hacen cercanos y entrañables a los espectadores, totalmente creíbles, tanto en las inquietudes de preadolescente de la hija mayor, como en los sueños del admirador de los vikingos, o en las argucias de la pequeña por cerrar el paso a los mayores dejándoles sin llaves.
Tal vez no sea una película de las que se recuerdan a través de los años, pero es una comedia divertida y entrañable que nos permite pasar un buen rato e incluso replantearnos de qué lado estamos, de los que son capaces de soñar o de los que sólo se dedican a lo útil que, al final, tampoco les sirve de gran cosa. Porque, no lo olvidemos, la vida sólo tienen sentido cuando está bien orientada.