BÚSQUEDA Y ENCUENTRO
[Crítica cedida por Pantalla 90] Luca, de 12 años, vive con sus padres y su hermana Miranda en San Giovanni Rotondo, una pequeña ciudad en la región italiana de Puglia, que se ha hecho famosa porque en ella vivió la mayor parte de su vida el padre Pío de Pietrelcina (1887-1968). El padre de Luca es médico investigador y trabaja precisamente en el hospital “Casa Sollievo Della Sofferenza”, fundado por el padre Pío. Es época de vacaciones y el muchacho tiene tiempo para pensar y para moverse libremente con su bicicleta de un lugar a otro.
Atraído e intrigado por la figura del santo capuchino, el intrépido chiquillo decide realizar una serie de entrevistas a las personas que lo conocieron en vida, con el fin de escribir un libro con todos los datos y la información que pueda recopilar. Para ello, cuenta con el apoyo y colaboración de Sebastiano, su mejor amigo. La situación familiar de este es muy triste: su madre está gravemente enferma y las relaciones con su padre son cada día más difíciles, pues, incapaz de asumir la realidad, vive amargado y se ha entregado a la bebida.
Para que Sebastiano pueda alejarse unos días del drama que está viviendo y disfrutar de unos días de asueto, se lleva a los dos inseparables amigos a pasar unos días en su casa de Pietrelcina, justamente la ciudad natal del capuchino sobre el que están investigando.
Los dos amigos empiezan así su aventura de investigación, en ambas ciudades, San Giovanni Rotondo y Pietrelcina, visitan los lugares que conservan las huellas del llamado “fraile de los estigmas”, y hablan con personas que convivieron con él.
Hasta ahí la línea argumental de una película previsible, pero grata de ver, con un trabajo actoral sorprendente por parte de los dos niños, Andrea Solombrino como Luca y Mariano Barnabà como Sebastiano. La veterana Antonella Ponziani no está especialmente bien doblada, por lo que es muy recomendable ver la cinta en versión original en italiano.
Junto a los actores profesionales, muchos de los personajes están encarnados por ellos mismos en la vida real, con lo cual otorgan al film verosimilitud y humanidad y hacen la historia muy cercana. Así Giulio Siena, de la oficina de prensa; Carlo Maria Laborde ofm, superior del convento de los padres capuchinos, Stefano Campanella, director de “Televisión Padre Pío”, Mario Villani ofm, la encantandora anciana Arcangela Perrotti, etc. El ritmo narrativo es ágil y los diálogos están bien trabados. El director y guionista Jean-Marie Benjamin es un sacerdote de nacionalidad francesa que vive en Italia desde el año 1974. Conoció al Padre Pio en San Giovanni Rotondo en marzo de 1968, poco antes de su muerte. Muy impresionado debió de quedar porque es la segunda vez que se centra en la figura del santo de Pietrelcina para llevarla al cine. Anteriormente, en 1998, escribió y dirigió "La notte del profeta" y ahora, en 2020, se estrena esta, “Ci alzeremo all’alba. La forza dell’amicizia”.
Pero más allá de la trama argumental, hay una segunda lectura sobre la que merece la pena detenerse. La historia permite una aproximación libre de prejuicios a la figura y la personalidad del padre Pío, a través de la mirada inocente de dos niños. Con una sana curiosidad, un genuino espíritu investigador a pesar de sus pocos años y una gran capacidad de iniciativa, se lanzan a la gran aventura de conocer la verdad sobre un fenómeno que los intriga. Quieren saber por sí mismos y buscan con todo entusiasmo, sin ideas preconcebidas, solo abiertos a la novedad, solo deseosos de conocer quién fue ese personaje del que, se dice, tenía el doble don de la bilocación y de hacer milagors.
La película tiene rasgos de documental, nos da a conocer testimonios directos de la vida del santo, nos lleva de visita a la iglesia Santa María de las Gracias y al Santuario del Padre Pío. A lo largo del itinerario, nos muestra la pila bautismal donde, en mayo de 1887, fue bautizado el niño Francisco Forgione, quien acabaría adoptando el nombre de padre Pío al entrar en la vida religiosa en la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos. La cámara va pasando por los recuerdos expuestos en el museo, su mesa de trabajo, sus ropas, la pobre cama... En la cripta vemos la tumba del santo y, aunque muy de pasada, los mosaicos maravillosos del jesuita Marko Ivan Rupnik. Lo bondad y la belleza unidas para dar gloria a Dios.
Nos paseamos por los lugares –calles, escaleras, celda...– que pisó, hace no tantos años, el hoy ya declarado santo. Pero, al mismo tiempo, la película tiene mucho de “cuento de Navidad”, por cuanto dos niños que miran al cielo con ojos limpios provocan que el cielo irrumpa en la tierra y se produzca el milagro. Luca con el viejo fraile en el sendero del rosario y Sebastiano abrazando a su madre simbolizan una realidad más profunda: de la experiencia de abrirse al encuentro con la trascendencia, brota una fuente inagotable de belleza y amor. El Padre Pío de Pietrelcina, canonizado en 2002 por el papa Juan Pablo II, sigue realizando milagros de amor.
“Nos levantaremos al alba. La fuerza de la amistad” es, sin duda, un buen producto de entretenimiento para ver en familia, pero ofrece, además, la ocasión de dar a conocer a los más jóvenes una figura ejemplar de santidad y amor incondicional a los más desvalidos.